viernes, 1 de junio de 2012

Amigos y Amantes; Cap 7.

Nick, Miley, Demi y su marido Joe habían ido aquella noche a un pub que solían frecuentar y, como siempre, Nick había desafiado a Miley a una partida de dardos, perdiendo miserablemente.

—No puedo creerlo —dijo enfurruñado, sacudiendo la cabeza—. ¿Seguro que no los has trucado?

Miley no podía dejar de reír.

—Eres muy mal perdedor, Jonas. Acepta la derrota como un caballero y convídame a esa copa.

Regresaron a la mesa donde estaban Demi y Joe. La socia de Miley sonrió al verlos llegar discutiendo sobre la partida.

—Nunca descansan, ¿eh?
—Es él quien empieza, no yo —se defendió Miley.
—Bueno, ¿quién se apunta a otro trago? —dijo Nick.

Joe lo acompañó para pedir lo que iban a tomar, y mientras Demi aprovechó para volver a la carga.

—Parece que las cosas van bien entre ustedes esta noche. Has podido hablar con él, ¿eh?
—La verdad es que no —murmuró Miley torciendo el gesto—. Pero sí, la verdad es que esta noche está encantador, y muy divertido. Me recuerda a los viejos tiempos.
—No sabes lo que nos alegra ver a Nick tan animado. Durante los años que estuviste fuera parecía tan… distante.

Miley estaba segura de que era otra de las exageraciones de Demi.

—Ya.
—Te hablo en serio. Vamos, pregúntame. ¿Ó es que no te pica la curiosidad? ¿No te gustaría saber cómo pasó, él, esos seis años? ¿Hasta qué punto te echó de menos?
—No creo que se pasara el día llorando, ni que se recluyera como un monje.
—Bueno, eso no, claro. Al fin y al cabo es un hombre. Pero no hubo nada serio. Recuerdo que salió un tiempo con esa chica… Nicole Anderson.
—¿Nicole Anderson? —repitió Miley con una mueca de disgusto.
—Sí. ya sé… Oh, cielos, ahí esta de nuevo esa odiosa Delta… —gimió Demi, señalando hacia la barra con un movimiento de la cabeza.

Miley se giró, y se encontró con la desagradable visión de la mujer lapa empujando su escote hacia Nick e insinuándose de todas las maneras posibles. Apurando de un trago el gintonic que quedaba en su vaso, Miley miró a Demi y esbozó una sonrisa perversa.

—Perdóname, creo que me necesitan en la barra.

Demi se echó a reír mientras la veía alejarse.

—¡Acaba con ella, chica!

Cuando llegó a la barra, Miley le rodeó a Nick la cintura con el brazo y se apretó contra él, sonriéndole con dulzura, para después tomar de su mano el whisky con hielo que había pedido.
—Se tardaron demasiado en volver y tenía mucha sed.

Delta dio un paso atrás, entornando los ojos ante la escena.

—Vaya, Miley, no te había visto —le dijo en un tono poco agradable, como si acabara de ver una cucaracha.
—Pues ya ves, estoy aquí —contestó la joven con una sonrisa sarcástica.
—Miley acaba de ganarme a una partida de dardos —intervino Nick, rodeándole también la cintura y atrayéndola hacia sí—. Le he dicho que podría empezar a apuntarse a torneos. ¿Quién sabe?, quizá gane lo suficiente como para retirarme y mantenerme en mi vejez.

Delta dejó escapar unas risitas que sonaron de lo más falsas.

—Oh, vamos, Nick, un hombre en la flor de la vida como tú no debería pensar en la vejez, sino en pasarlo bien.

Miley parpadeó irritada, conteniendo el deseo de echarle el whisky a Delta por el escote.

—Por eso no tienes que preocuparte —le aseguró—. Creo que conozco alguna que otra manera de hacérselo pasar mejor que bien.

Joe carraspeó y se escabulló, excusándose en que Demi también debía de estar sedienta. A Nick lo había pillado desprevenido aquella descarada intervención de su amiga, y tardó unos segundos en reaccionar, sobre todo porque Miley se había abrazado más a él y sentía la suave presión de sus senos contra su costado. Diablos, cuando quería jugar sucio, jugaba sucio.

—¿Tienes algo en mente, Mi? —inquirió tragando saliva.

La joven alzó la barbilla y lo miró a los ojos, sonriendo de un modo seductor.

—¿Por qué no discutimos eso más tarde… en casa?

Nick sintió que la boca se le ponía seca de repente. ¿Cuándo había aprendido a interpretar tan bien el papel de vampiresa? Carraspeó y sonrió débilmente a Delta, no porque quisiera hacerlo, sino porque mirarla le pareció el único modo de controlar su libido, que estaba disparándose por momentos.

—Ya lo ves, Delta. Uno nunca puede aburrirse con Miley —le dijo riéndose un poco y agarrando su pinta de cerveza, desesperado—. Siempre me mantiene ocupado.

Delta miró a su rival con frialdad, para sonreír después con fingida dulzura a Nick.

—Menos mal que los conozco, porque si no yo también empezaría a creer esos rumores que corren sobre ustedes. En fin, supongo que será uno de vuestros jueguecitos. Pero no importa, soy una mujer paciente, Nick, y sabré esperar —le dijo levantando la mano en señal de despedida.
—Yo que tú no esperaría demasiado, Delta —le espetó Miley con insolencia—. Lo que es mío es mío, y, créeme, después de haber estado conmigo, a Nick el resto de las mujeres le parecerán… —miró a Delta de arriba abajo—, bueno, digamos que… incompletas.

El rostro de la mujer se contrajo de ira, pero le dirigió otra sonrisa a Nick antes de alejarse. Miley dejó la copa sobre la barra y se puso frente a su amigo, enganchando los pulgares en las trabillas de su cinturón y acercándose peligrosamente a él.

—¿Qué? —le susurró con una sonrisa maliciosa—, ¿qué tal lo he hecho?
—Por un momento me has dado miedo —dijo él echándose a reír—. Esto se te da mejor de lo que creía.
—Bueno, soy tu «novia», ¿recuerdas? Tenía que defender mi territorio —replicó ella.
—No sé qué esperaba, pero desde luego no esperaba que fueras tan… —contestó él buscando la palabra apropiada— contundente, ni que me… em… afectaras del modo en que me has afectado —confesó algo azorado. ¿Qué sentido tenía ocultárselo? Además, se le daba fatal mentir.

Miley se sonrojó, pero sonrió ante su honestidad. Había temido que perdieran eso con aquella apuesta.

—Pues, ya que estamos hablando con sinceridad, me gustaría saber dónde diablos has aprendido a besar como besas.
—¿Y cómo beso?

Miley creyó que quería que le regalara los oídos, pero entonces se percató de la expresión de perplejidad en su rostro. ¿No se lo habría dicho ninguna mujer antes que ella?

—Pues besas… bueno, besas bien —dijo sonrojándose.

Nick esbozó una sonrisa de sorpresa y satisfacción, y se le hinchó el pecho como a un pichón.

—Vaya, gracias.
—No debería habértelo dicho. Ahora se te subirá a la cabeza —masculló Miley torciendo el gesto—. Dios, esta es la mayor locura que hemos hecho nunca —dijo prorrumpiendo en risas.
—Es posible —murmuró él rodeándole otra vez la cintura y atrayéndola hacia sí—, pero creo que la semana pasada, gracias a nuestra apuesta, quedaron al descubierto las verdaderas intenciones del «señor Baboso». ¿Estás ya dispuesta a admitir que yo tenía razón?
Miley sabía que Nick estaba enterado de que Douglas Booth había ido a verla a la tienda después del incidente junto al lago, y que la había llamado por teléfono.

—Si te digo que sí, entonces… ¿«rompemos» antes de lo previsto?
— ¿Es eso lo que quieres? —inquirió Nick escrutando su rostro.
—Creía que eso era lo que iba a ocurrir cuando uno de los dos hubiese ganado —respondió Miley con una risa nerviosa.
—¿Qué pasa, Cyrus?, ¿te da miedo seguir con esto hasta el final? —inquirió Nick desafiante, enarcando una ceja. Inclinándose hacia ella, le susurró en un tono seductor—: ¿Es demasiado para ti?

Miley esbozó lentamente una sonrisa, y se puso de puntillas para besarlo en la mejilla. Inhaló el aroma mentolado de su loción, tomándose su tiempo para elegir las palabras, y, cuando habló, lo hizo también en un susurro, cerca de su oído, haciéndole cosquillas con el aliento:

—Jonas, no pienso rendirme ahora. Dijimos tres meses, y pienso torturarte hasta el último segundo de esos noventa días.

Una enorme sonrisa se dibujó en los labios de Nick, con un alivio casi palpable, pero ella no la vio. Hasta ese momento no se había dado cuenta de hasta qué punto quería continuar con aquella pantomima.
Como para reforzar lo que acababa de decir sobre torturarlo, Miley lo sorprendió apoyando la cabeza en el hueco de su hombro y abrazándose a él, mientras murmuraba:

—A lo mejor eres tú el que acaba pidiendo la rendición.

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