martes, 12 de junio de 2012

SHUT OUT ; Cap 27



Ya estaba afuera en el porche antes de que recordara que Nick me había traído en su automóvil hasta aquí.


—Mierda —gemí, hundiéndome en la escalera frontal de la casa rodante y enterrando mi cara en mis manos.


Respiré hondo y me obligué a calmarme. Perder el control sólo haría esto infinitamente peor. Tenía que mantener la calma. Para mantener en control. Para pensar y encontrar una manera de salir de aquí.


Oí que la puerta de la casa rodante era abierta detrás de mí.


—Miley —dijo Nick, su voz suave mientras sus pasos sacudían las tablas sueltas de madera en la que estaba sentada—. ¿Quieres que te lleve?
—No, gracias —dije con una voz inflexible y cortés. Tímidamente metí el dobladillo de mi falda por debajo de mis rodillas, sintiéndome expuesta.
—¿Cómo llegarás a casa? —preguntó.
—Llamaré a alguien.
—Dejaste tu bolso adentro. —Sentí la bolsa caer en el suelo a mi lado—. ¿Seguro que no...? Podría llevarte, Miley. No es... No tenemos que hablar de esto si no quieres.
—Gracias —dije, poniendo mi bolso encima de mi regazo—. Pero estoy bien. Te agradezco la oferta.


Eso era la verdad. Le agradecía. Agradecía que viniera detrás de mí, incluso teniendo en cuenta como le había hablado. Liam nunca habría corrido tras de mi así. Habría esperado a que me tranquilizara, esperado a que volviera y me disculpara por las cosas que había dicho. Simplemente me habría dejado ir. Caray, simplemente me habría dejado ir.


Por otra parte, había dejado mi bolso adentro. Nick no tenía otra opción, más que sacármelo.


Agaché mi cabeza y comenzó a excavar buscando mi teléfono celular. Podía sentir a Nick aún de pie tras de mí, observándome en silencio.


—No tienes que esperar —le dije después de encontrar el teléfono.
—Sé que no tengo que hacerlo —dijo—. Pero tampoco te voy a dejar aquí sola en la oscuridad.


Resoplé.


—Vivimos en Hamilton, Nick. No en Detroit. No es como si algo aterrador y peligroso fuera a pasarme mientras estoy esperando.


No respondió.


Una parte de mí quería que dijera: "Está bien", y entrar de nuevo al interior pisando fuertemente, dejando de ser molesta y fuera de mi vida. Pero la otra parte de mí, la parte más emocional, y más ruidosa, estaba encantada de que le importaba lo suficiente para quedarse. Para cuidarme. Quería que eso significara algo.


Dudé con el dedo sobre el teclado. Podría llamar a Mandy. Caray, podía caminar hasta su casa desde aquí. Pero eso no habría sido una buena idea.


Porque ella había estado en lo cierto. Tan en lo cierto. Me había dicho que no hiciera esto, que no jugara con fuego. Pero yo había discutido. Había dicho que podía manejarlo a pesar de que obviamente no podía. No quería oírla regodearse de mí. No quiero que supiera cuánta razón había tenido. No esta noche, de todos modos.


En cuanto a eso, no quería ver a ninguna de las chicas en huelga. Porque si se dieran cuenta de la casa de quien me estaban recogiendo… ni siquiera quería saber lo que pensarían que había estado ocurriendo.


Así que llamé a la única persona en la que podía pensar.


—¿Miley, pensé que habías dicho que no necesitaba que te llevara esta noche?


Trace sonaba agitado. En el otro extremo de la línea, podía escuchar el sonido de tenedores raspando sobre los platos por encima del murmullo de conversación.


—¿Dónde estás? —le pregunté—. ¿No deberías estar en casa?
—No —dijo Trace, sonando un poco molesto—. Estoy en una cita. ¿Cuál es el problema, Miley? ¿Por qué llamaste?
—Necesito que me lleven.
—Pensé que tu turno terminaba, hace como, dos horas.
—Lo hizo. No estoy en el trabajo. ¿Puedes venir a buscarme? —Estaba muy consciente de Nick, tan cerca de mí, siendo capaz de escuchar todo lo que dije. Me aclaré la garganta—. Sólo necesito ir a casa. ¿Por favor, Trace?
—¿Estás bien? —sonaba preocupado.
—Estoy bien. Sólo necesito que vengas a buscarme. Mira, también puedes traer a tu cita. Sólo recógeme, déjame en casa y vuelve a salir. No me importa. Sólo…
—No, no —dijo Trace rápidamente—. La enviaré a casa y estaré en camino. ¿Dónde estás?


Le di la dirección y podía sentir el tono de sospecha mientras me la leía. Estoy segura de que se preguntaba por qué estaba al otro lado de la ciudad en el parque de casas rodantes. No había manera de que le diera una respuesta a eso.


Colgué el teléfono y lo deslicé de nuevo en mi bolso.


—Mi hermano está en camino —le dije, como si el Nick no hubiera acabado de escuchar cada palabra— Así que no tienes que preocuparte más. Gracias.
—Miley, yo… —comenzó Nick, pero luego se detuvo. Finalmente, dijo—: ¿De verdad quieres que te deje sola?


No.


—Sí.


No lo estaba mirando, así que no pude ver su reacción a esto. Pero sentí el dolor de mi propia decepción cuando dijo:


—Está bien. —El porche crujió, y un momento después oí que la puerta con mosquitera se cerraba tras de mí. Cuando di vuelta, vi que había dejado la puerta más grande de madera abierta, y me preguntaba si aún estaba vigilándome desde el interior, aun observando para asegurarse de que estaba bien.


Deseaba que se hubiera quedado.


Algo estaba mal en mí. Debería haber estado feliz de Nick se había ido. Lo odiaba. Lo odiaba por hacerme sentir de esta manera. Por convertirme en una fanática loca por el sexo. No podía creer lo dispuesta que había estado. Las ganas que había tenido de que las cosas fueran más allá. Estaba avergonzada.


No debería haberlo estado, lo sabía. Si había una cosa que esta huelga me había enseñado era que no había una respuesta correcta, estaba bien querer o no querer tener sexo. No había nada por lo que sentirse culpable. Lo sabía, lo sabía, lo sabía...


Pero creo que a veces el saberlo no arregla todo. Había seguido las reglas del secreto y la vergüenza toda mi vida. Aprender a romperlas tomaría tiempo.


No era justo. Lysistrata nunca tuvo este problema. En la obra, las otras mujeres anhelaban a sus maridos, extrañaban el sexo, pero ella no. Se mantuvo fuerte. ¿Por qué no puedo ser así? ¿Por qué, tras un año de tener miedo, de evitarlo con Liam, estaba de repente codiciándolo con Nick?


Una parte de mí ni siquiera quería saber la respuesta.


Diecisiete minutos y seis segundos más tarde, el automóvil de Trace se detuvo en la entrada.


—Hola —dijo, asomándose por la ventana abierta mientras me paseaba hacia él— ¿Qué está pasando? Te ves... Tu pelo... No importa.
—Mi cabello, ¿qué? —Comencé, pero pude ver el color rojizo en las mejillas de mi hermano, y negué con la cabeza. 


Cabello de besuquearse. 
Me subí al automóvil y le di a la casa rodante una última mirada. Por un segundo, pensé que podía ver la silueta de Nick en la ventana, pero entonces nos estábamos alejando, y no había manera de que estuviera segura, de saber que se había quedado allí, observando para asegurarse de que abandonara el lugar bien.


Cuando llegamos a casa corrí escaleras arriba, diciéndole papá que tenía un montón de tareas que hacer y dejándolos a él y a Trace valerse por sí mismos entendiéndose con la cena.


Necesitaba estar sola por un tiempo, así que cerré la puerta de mi habitación, me acurruque en mi cama, y empujé mi cara contra la almohada. Las lágrimas que había estado conteniendo en la habitación de Nick ansiaban ser liberadas, y esta vez no luche contra ellas. Estaba enojada, con Nick por hacer que fácilmente pierda el control, conmigo misma por seguir queriéndolo. Pero también estaba avergonzada.


Había arruinado esta huelga. Había tomado una buena idea y la deje salirse de control, alentando a las chicas para ser crueles, hacer bromar, sólo para que pudiera vencer a Nick.


Sólo un pensamiento me ofreció algo de consuelo: Nick también estaba equivocado. Los chicos habían sido manipuladores. Él, especialmente. Recordaba ese beso en la biblioteca, ese beso que me habría hecho muy feliz, y cómo había dolido al darme cuenta de que había sido una táctica de batalla. Nick era cruel, también, incluso si no podía admitirlo.


Razón por la cual aún no me daba por vencida.


Me senté y me sequé los ojos. La huelga no terminaría debido a esto. Hablaría con las chicas, le diría a Susan y Demi que detuvieran los actos seductores, y yo también me detendría. Podríamos volver a la forma en que empezamos, podríamos manejar esta huelga de la manera correcta. Aún podríamos, podríamos, hacer lo que nos propusimos hacer al principio: poner fin a la rivalidad.


Con un pequeño suspiro, me bajé de la cama y me acerqué a mi escritorio, donde me esperaba mi tarea física.


Mañana, arreglaría las cosas. Si Nick quería que jugara limpio, lo haría. Pero aun así las chicas van a ganar.


La huelga no había terminado.


Mnady me llamó más tarde esa noche, sabía que lo haría, pero fue una llamada telefónica que no había estado anhelando.


—Entonces, ¿cómo te fue? —preguntó—. ¿Lo rechazaste?


Dejé escapar un suspiro.


—Um... más o menos, pero no en la forma en que había planeado. —Antes de que pudiera preguntar, me sumergí en la historia de lo que había sucedido en la habitación de Nick. Esperó en silencio, y hablé tan rápido como pude para no avergonzarme y perder el valor.
—Y sé que me lo dijiste —le dije.
—Miley…
—Y sé que metí la pata —le dije, interrumpiéndola—. Sé que lo que hice estuvo mal, como me dijiste. Lo siento.
—Miley…
—Por favor no me sermonees, Mandy.
—Miley —su voz era ruda, y estallaba a través de mi teléfono y me sobresalte—. ¿Me dejarás hablar? No iba a sermonearte.
—¿Oh?
—No. Iba a preguntar si estás bien —dijo Mandy—. Eso suena un poco... intenso.
—Sí. S-Supongo que esa es una buena palabra para ello. Intenso.
—¿Así que lo estás? ¿Bien, quiero decir?


Suspiré y me aparté de mi escritorio, donde había estado tratando de hacer la tarea física durante la última hora. Tratando y fallando. Mis pensamientos estaban demasiado consumidos. Con Nick. Con la rivalidad. Con esta guerra entre los chicos y las chicas, la batalla de los sexos que habían surgido. Al igual que en Lysistrata.


Las chicas habían ganado. En Lysistrata, las mujeres habían ganado. La guerra entre los atenienses y los espartanos terminó, y las mujeres tuvieron éxito. Había terminado la obra unas noches antes, y había decidido que si ellas pudieron ganar, nosotras también podíamos.


—Lo estaré —le contesté—. Así que, fiesta de pijamas donde Demi este fin de semana, ¿verdad? —Giré hacia mi computadora y abrí mi correo electrónico.


Mandy resopló.


—No tengo ni idea. Dejé de leer tus correos electrónicos hace semanas. Sólo hago lo que me dices que haga, dado que tengo que llevarte de todas formas.


Puse mis ojos en blanco y comprobé el calendario que había establecido en el servidor de mi correo electrónico.


—Bueno, me llevaras a donde Demi mañana en la noche, entonces. —Hice clic en el botón para apagar mi computador—. Tengo que irme o nunca terminaré esta tarea.
—Entonces, ¿todavía haces la tarea? —preguntó Mandy—. ¿Por qué? Somos estudiantes de último año. Ya has presentado tus SATs. ¿Por qué molestarte?


Me reí.


—Buenas noches, Mandy. —y colgué el teléfono.


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Les tengo una sorpresa :B okno, pero es que esta nove ya casi termina & ya estoy preparando otra :D 
Que por cierto es BUENISIMA! Al rato les subo el argumento(:
Espero que les haya gustado los capis♥ Las amo! besos :D

2 comentarios:

  1. :O QUE ORGULLOSA MILEY DIOS! XQ NO ENTRO OTRA VEZ EN LA CASA DE NICK Y AL CARAJO LA HUELGA AJAJAJAJAJA OKNO, BUENO ME ENCANTO, Y ESPERO ANSIOSA ESE NUEVO ARGUMENTO, BESOS

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  2. AAAayy dioss!! que buenoo estubieron los cap!! esperoo el siguienteee xfis!!!

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Gracias por tomarte unos segundos de tu tiempo♥
Y más por leer mis noves, un beso!