sábado, 2 de junio de 2012

Amigos y Amantes; Cap 8.

Diez años atrás

A Miley le partía el corazón verlo así. Sentía el pecho tirante, y un nudo tan grande en la garganta que casi no podía hablar.

—Lo siento tanto… —balbució con la voz entrecortada por la emoción.

Nick estaba inmóvil como una estatua, los ojos enrojecidos fijos en la lluvia deslizándose en regueros por el cristal de la ventana.
Miley extendió una mano temblorosa y lo tocó en el brazo, apretándoselo ligeramente, pero no obtuvo ninguna reacción.

—Jonas… —musitó. Muy despacio, Nick se volvió hacia ella.
—Vete, Miley… Márchate… No puedo soportar verte sufrir a ti también por mi dolor.

Un sollozo escapó de la garganta de su amiga cuando lo abrazó con fuerza.

—No pienso dejarte.
—Cyrus… márchate.

Miley lo sintió temblar por las emociones que lo sacudían por dentro, y apoyó la mejilla contra su pecho.

—No, no me iré. Me necesitas a tu lado —le dijo. Nick la abrazó también, y cerró los ojos.
—¿No ves que si dejo que te quedes, tal vez no sea nunca capaz de dejarte ir? Eres todo lo que me queda, Miley
.
Las lágrimas que había tratado de contener por el bien de él rodaban ya por sus mejillas.

—Para eso es para lo que están los amigos, para los buenos tiempos y para los malos —le dijo sonriendo con tristeza—. Nunca te dejaré.

Nick se derrumbó, abrazándose a ella y llorando sin consuelo.

—Quiero que vuelvan, Miley… quiero que vuelvan mis padres… No pude decirles todo lo que quería decirles…
—Ellos lo sabían, Nick —murmuró ella acariciándole el cabello—, sabían cuánto los querías.
                                                                  ***

Dos años y medio después

Tras la muerte de sus padres en aquel accidente de tráfico, Nick pasó una temporada desorientado. Vendió la constructora de su padre y su casa, y comenzó a probar deportes de riesgo en busca de emociones fuertes que anularan la desazón que lo inundaba; a viajar. En un intento de huir de los recuerdos; y a embarcarse en causas humanistas y ecologistas, con tal de encontrar algo que diera sentido a su vida. Miley estaba inquieta por él, pero se decía que era algo natural… hasta que de puro milagro no se rompió la crisma escalando, casi se ahogó en unos rápidos, y la policía de Canadá lo tuvo un fin de semana en prisión por obstaculizar el trabajo de un barco ballenero con otros voluntarios de Greenpeace.
Sin embargo, la gota que colmó el vaso fue el día que Liam y ella habían quedado con él en un pub, a su regreso de un viaje a África, y lo vieron aparecer con la pierna vendada y un bastón. Había ido allí con un grupo de voluntarios para intentar detener la caza ilegal de leopardos, y uno de los furtivos le había disparado.

—¿Qué es lo que intentas demostrar? —le dijo exasperada—. ¿Ó es que quieres matarte?

Nick contrajo el rostro. Los sermones de Miley podían ser realmente terribles.

—¿Es eso? ¿No vas a parar hasta que te maten y tengamos que ir a Indochina o a Perú a identificar tu cadáver? —bramó irritada—. Pues, ¿sabes qué te digo? ¡Que adelante! ¡Hazlo y acaba con esto! —le gritó clavándole repetidamente el índice en el pecho—. Yo ya no lo aguanto más.

Y, dejando a Nick con la palabra en la boca, se giró sobre los talones y salió del pub.

—Me parece que está realmente enfadada conmigo, ¿verdad? —le preguntó Nick a su amigo, contrayendo el rostro y enarcando una ceja.
—Yo diría que sí —asintió Liam, bebiendo un trago de su cerveza.

Nick suspiró. Estar allí juntos era como volver a los viejos tiempos, pero había algo en Liam que había cambiado. Ya no era el tipo abierto y despreocupado de los años de universidad. Era como si hubiese perdido algo por el camino, en la transición al mundo de los adultos. «En fin, las cosas son así», se dijo Nick, «la gente cambia; la vida nos cambia». ¿Quién hubiera dicho que Miley y Liam acabarían siendo pareja? Y ya llevaban nada menos que seis meses viviendo juntos… ¿Quién lo hubiera dicho?

—¿Tú también crees que tengo deseos de morir?

Los ojos azules de su amigo lo miraron pensativos un instante antes de contestar.

—Lo que creo es que te arriesgas demasiado por cosas que no está en tu mano cambiar —le dijo con una sonrisa.
—Claro que pueden cambiarse —protestó Nick, tomando un par de cacahuetes de la bandejita que les habían puesto.
—Puede, pero no puedes salvar el planeta tú solo, ¿sabes?
—Bueno, al menos puedo intentarlo —replicó Nick con una sonrisa socarrona.
—Eres incorregible —respondió Liam riéndose—. No me extraña que Miley te haya dado por perdido.

Se quedaron los dos callados un buen rato, hasta que finalmente Liam volvió a romper el silencio:

—¿Realmente te ayuda en algo, Nick?
—¿El qué? —inquirió su amigo mirándolo confuso.
—Esta huida sin fin.

Nick se rascó el mentón, cubierto por la barba de unos días, otro indicador de lo poco que se preocupaba por su apariencia, por sí mismo, desde la muerte de sus padres. Bajó la vista pensativo a la jarra de cerveza casi vacía que tenía ante sí, rodeándola con ambas manos. Aquello era lo mismo que él se había estado preguntando durante los últimos meses después de haber dado tantos tumbos. ¿Se sentía menos solo o vacío? ¿Le dolía menos el corazón que hacía dos años y medio?

—No, la verdad es que no —admitió—. Lo cierto es… que quería volver. He pensado en irme a vivir durante un tiempo a la casita de verano que teníamos en Boyle, hasta que encuentre algo en el pueblo.
—¿Y no hay demasiados recuerdos allí?.
—Puede, pero son los mejores de mi vida. En esa casa fui muy feliz.


                                                       ***

El día después de la partida de dardos en el pub amaneció cálido y soleado. Miley se quedó durmiendo hasta tarde, y desayunó leyendo el periódico tras poner de comer a Houdini; una perfecta mañana de domingo en la que holgazanear.

La noche anterior Nick y ella habían vuelto a casa charlando y bromeando, como si volvieran a ser dos adolescentes sin preocupaciones, y la joven se había despertado de muy buen humor.

Cuando bajó las escaleras Nick ya se había marchado. En aquella época empezaba la temporada de camping, y el personal del parque tenía un horario de trabajo más irregular, pero estuvo de regreso a la hora del almuerzo.


—Vaya, al fin se despertó su majestad —la saludó burlón. Se acercó por detrás y le revolvió el cabello, aprovechando las protestas de Miley para robar un pepinillo de la tabla de cortar que tenía frente a sí.
—¡Jonas! —exclamó la joven en tono de reproche. Se giró hacia él, y dio un ligero respingo al encontrarlo más cerca de ella de lo que pensaba.
—¿Qué ha sido de «Nick»? —inquirió, acortando los escasos centímetros que había entre ellos. Miley frunció los labios.
—Para mí siempre serás Jonas. Solo te llamo así cuando flirteo contigo para fastidiar a alguna otra mujer.
—Mmm… ¿Así que anoche no estabas intentando seducirme, sino solo flirteando conmigo?

Miley se río.

—Sigue soñando, Jonas. El que te dijera que besas bien no significa que haya caído rendida a tus pies.
—Tal vez si te besara otra vez… —murmuró Nick mirándola fijamente a los ojos.
—Ni hablar —lo interrumpió ella riéndose y poniendo las manos en alto para detenerlo. De hecho, trató de dar un paso atrás, pero su espalda chocó con la encimera de la cocina—. Lo de los besos se suponía que solo teníamos que hacerlo en público.
—¿Y qué me dices de aquel día en el lago, cuando nos besamos en aquella arboleda? Allí no nos veía nadie.
—Sí, pero la idea era que la gente pensara que nos habíamos estado reconciliando, y fue idea tuya, además.
—De acuerdo, pero eso fue antes de que me dijeras que beso tan bien.

Miley frunció el entrecejo contrariada.

—Ah, no… no puedes cambiar las reglas cuando te venga en gana. Además, esto es solo ficción, no realidad.

Nick extendió el brazo por detrás de ella para robar otro pepinillo, y su brazo rozó el costado de Miley, haciendo que diera un respingo.

—Aja… —murmuró con una sonrisa maliciosa—. Con que ficción, ¿eh? Entonces… ¿por qué te pones tan nerviosa cada vez que me acerco a ti? ¿Eso también es parte de la ficción?

A Miley aquello no le parecía nada divertido.

—No tiene gracia, Jonas. Esto no tiene nada que ver con la apuesta, así que no juegues con eso. Esto es serio.
—Lo sé —contestó él bajando la vista a sus labios. En ese momento, sonó el teléfono.

Nick alzó los ojos hacia Miley. Parecía azorada, y de hecho él mismo podía notar que su corazón palpitaba a un ritmo algo acelerado de repente. El teléfono continuaba sonando, insistentemente.

—El teléfono… —balbució la joven.
—Ya lo oigo —contestó él muy tranquilo, sin moverse un ápice. Miley esbozó una sonrisa forzada.
—Pues cuando el teléfono suena… lo normal es contestar.
—Cierto —asintió Nick cortésmente, con otra sonrisa.

Miley lo miró de hito en hito, esperando una reacción, y al ver que él enarcaba una ceja, como preguntándole «¿qué?», resopló exasperada.

—Iría a contestar yo misma, pero tengo delante cierto obstáculo que…
—¿De veras?

Sin poder aguantar más, Miley se echó a reír, y lo empujó para apartarlo.

—¡Muévete de una vez, pedazo de idiota, y déjame contestar el teléfono!

Nick se rió también, accediendo finalmente.

—¿Lo ves? No puedes quitarme las manos de encima.

Miley todavía estaba riéndose cuando descolgó el aparato.

—¿Dígame?
—¡Eh, hola, preciosa!

Miley se quedó muda por un instante, pero se sobrepuso rápidamente.


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