Seis años atrás
Miley llevaba aproximadamente un año viviendo con Liam cuando una
vocecilla empezó a susurrarle palabras de inseguridad y descontento dentro de
su cerebro. Al principio trataba de ignorarla a toda costa, de ignorar aquella
extraña sensación en la boca del estómago que le decía que
algo no iba bien.
Cuando conoció a Liam,
tenía solo diecisiete años, y estaba empezando a transformarse de un patito feo
en… bueno, en un pato simplemente. Él era el chico más guapo que había visto en
su vida, y no solo eso, también era listo, divertido, rico y popular. Pasada
una semana, estaba loca por él.
Sin embargo, algo parecía
haber cambiado en él después de la universidad. Allí era donde había sido más
feliz: con montones de amigos, trofeos deportivos y medallas, y una ronda interminable
de fiestas. Todo el mundo apreciaba a Liam en el campus, todos querían tener
su amistad. Tal vez por eso Miley se sintió tremendamente orgullosa cuando le
pidió salir con él. Era casi un honor.
Pero las cosas cambiaron
para Liam en el mundo real: los negocios de su familia sufrieron altibajos,
con lo que se esfumó su idea de poder vivir de las rentas, y tuvo que empezar a
trabajar duramente para mantener la filial de la empresa familiar a cuyo frente
lo habían colocado. La gloria de sus triunfos con el equipo de rugby de la
universidad quedó reducida a jugar al golf los domingos con los miembros de la
junta directiva de su empresa, y poco a poco fue transformándose en alguien a
quien Miley ya no conocía.
Para entonces ella
contaba ya veintitrés años, y llevaban juntos casi seis. Aquella vocecilla
insolente de su cabeza le decía que si lo amaba debería estar ya dispuesta para
el matrimonio y la docena de niños con la que tanto se habían picado Liam, Nick y ella. Pero, ¿estaba dispuesta?
—Cyrus, ¿otra vez has
estado bebiendo?
La joven alzó la vista
hacia Nick con fastidio.
—Haces que suene como si
fuese alcohólica. Dios, hacía tanto que no te veía… —se quedó un momento
pensativa—. ¿Cuándo fue la última vez que nos vimos?
Nick se dejó caer a su
lado en el sofá.
—En Navidad —respondió.
Miley resopló.
—¿Lo ves? Hace más de un
año.
Nick miró en derredor un
momento, sin decir nada. Era el cumpleaños de la madre de Miley, y el salón
estaba lleno de amigos y familiares.
—¿Cómo te van las cosas?
—inquirió girándose hacia ella.
—Si de verdad quieres
saberlo, ahora mismo mi vida apesta —masculló ella bebiendo otro sorbo de su
copa.
Nick se quedó mirando
preocupado el rostro de perfil de su amiga. Nunca antes la había oído hablar de
ese modo.
—¿Por qué? ¿Qué ha
ocurrido? —inquirió. Miley apuró la bebida de un trago.
—Ojalá yo lo supiera.
—Si hay algo en lo que
pueda ayudar…
Miley sonrió ante la
calidez que impregnaba su voz.
—¿Todavía sigues empeñado
en salvar el mundo, Jonas?
—No, ya hace tiempo que me
di cuenta de que me venía algo grande.
—Mmm… —murmuró ella
girándose hacia él—. Entonces, ¿en vez de eso vas a tratar de rescatarme? —le
espetó con ironía.
Nick se quedó callado un
instante. Miley había sido siempre tan alegre, tan positiva… ¿Qué le había
ocurrido?
—¿Necesitas ser
rescatada? —inquirió. La joven dejó escapar una risa amarga.
—¿De qué?, ¿de mi
perfecta vida?
Nick la observó muy
serio, y extendió la mano para remeter un mechón de cabello rojizo detrás de la
oreja de Miley. La joven siguió sus dedos con la mirada mientras descendían por
la curva del pómulo y llegaban a la barbilla, deteniéndose allí.
—Lo estás pasando muy
mal, ¿eh? —murmuró Nick—. ¿Por qué no me dices de qué se trata?
La joven se quedó
mirándolo fijamente un instante, para bajar después el rostro, al tiempo que
una lágrima rodaba por su mejilla.
—No lo sé, Nick de
verdad que no lo sé —balbució meneando la cabeza desesperada.
***
Nick no se había sentido tan frustrado en
toda su vida. No era que no lo alegrara recibir la visita de Liam y su
prometida, y era estupendo poder rememorar los viejos tiempos, pero el no poder
besar a Miley como ansiaba hacer lo estaba volviendo loco. Cada vez que la
miraba, se encontraba con que sus labios lo atraían como un imán, y no podía
dejar de recordar los gloriosos besos que habían compartido.
—¿Jonas?
Nick alzó la vista hacia Liam con una expresión tan perdida que pareció que acababa de darse cuenta de
que estaba allí.
—Perdona… ¿qué decías?
Su amigo esbozó una
sonrisa maliciosa, y los hoyuelos que tantas chicas habían conquistado
aparecieron en sus mejillas.
—Jamás te había visto tan callado. Si no te conociera mejor, diría que te tiene atrapado alguna mujer.
—¿A mí? —respondió Nick riéndose ruidosamente—. ¿A un soltero decidido como yo? Ni hablar. Me gusta mi
vida tal y como es —añadió tomando un trago de su botella de cerveza— sin
presiones, ni problemas… Ya me conoces.
Liam se apoyó en la
barandilla del porche y brindó por su amigo alzando su botella.
—Que sea así por mucho
tiempo entonces —le dijo con un guiño—, aunque no sabes lo que te pierdes.
—Ya, cosas como que
llevemos aquí más de diez minutos esperando a que las damas se arreglen para
una simple cena —dijo Nick. Liam se rió.
—Bueno, tratándose de
Neave y Miley, seguro que la espera merecerá la pena.
En ese momento
aparecieron las dos, y a Nick casi se le atragantó la cerveza en la garganta.
Estaba claro que Miley estaba dispuesta a cumplir su promesa de atormentarlo:
su minifalda era tan corta que casi rozaba lo indecente, y allí estaban otra
vez esas endiabladas piernas…
Liam ofreció su brazo a
Neave y se dirigieron todos al coche de Nick. Mientras caminaban, Nick aminoró
el paso deliberadamente, dejando que Kieran y su prometida se adelantaran, para
poder susurrarle a Miley:
—¿Acaso pretendes
volverme loco? —le preguntó. La joven le dedicó una sonrisa seductora.
—¿Sabes? —le dijo—, creo
que voy a divertirme mucho esta noche —y apretó el paso para alcanzar a los
otros, volviendo la cabeza un par de veces hacia él sin borrar la insolente
sonrisa de sus labios, y contoneando las caderas con descaro.
***
Una revelación, seis años atrás
—¿Quién
es?
—¿A qué te refieres?
Miley meneó la cabeza y
exhaló un suspiro de cansancio. Hacía semanas que la vocecilla del descontento
resonaba ya en todo su cerebro, y no susurraba, sino que gritaba.
—Liam, no juegues
conmigo. Estás viendo a otra mujer, ¿no es verdad?
Liam, sentado frente a
ella en la mesa, la miró un momento, y volvió a bajar la vista al plato,
cortando su bistec con aparente calma.
—No tengo idea de qué
estás hablando.
—¿Crees que soy idiota?
Liam se fingió
irritado, secándose las comisuras de los labios con la servilleta.
—Lo que creo es que estás
siendo ridícula, Miley.
Los ojos de la joven
estaban llenándose de lágrimas por segundos, pero tragó saliva, esforzándose
por contenerlas.
—Lo que estoy es dolida. Liam, porque también estoy segura de que no es la primera, ¿me equivoco?
Liam echó la servilleta
sobre la mesa y suspiró.
—¿Qué quieres que diga,
Miley?
—¡Quiero la verdad,
maldita sea! Me lo debes.
Liam pareció comprender
al fin que de nada servía seguir negándolo, y se derrumbó, avergonzado.
—Yo… lo siento tanto,
Miley… lo siento tanto…
La joven casi no podía
respirar. Había estado completamente segura de que estaba viéndose con alguien,
pero «las otras» habían sido un disparo al aire. Dios, ¿cómo podía haber estado
tan ciega, haber sido tan ingenua…?
Con una calma que no
sentía en absoluto, dobló su servilleta y se puso en pie.
—Me marcho. No aguanto un
segundo más aquí —murmuró.
Liam frunció el
entrecejo.
—No digas eso, Miley.
Podemos solucionar nuestros problemas, sé que podemos.
La joven se rió con
amargura.
—No, Liam, no podemos.
Para eso hace falta sinceridad, y tú no la has tenido conmigo.
—Pero yo te amo, Miley,
tú lo sabes. Podemos superar esto.
Ella volvió a reírse
despechada.
—Eres un bastardo.
Durante meses he estado creyendo que nuestro distanciamiento era culpa mía,
pero me decía que era natural que me surgieran dudas a estas alturas de nuestra
relación, y que tenía que esforzarme por superarlas. Y todo este tiempo has
estado acostándote con otras mujeres. ¿Pues sabes qué? Dile a esa última fulana que te has buscado que puede quedarse contigo.
Liam se incorporó tan
rápido que dejó caer la silla.
—¡Miley, espera! ¿Adonde
vas a ir?
La joven se detuvo un
momento, con la mano en el picaporte de la puerta de entrada.
—Oh, vamos, ahora eres tú
quien está jugando conmigo. Los dos sabemos adonde vas, ¿no es verdad?
—masculló Liam yendo a su lado, con su rostro a escasos centímetros del de
ella. Su tono estaba cargado de sarcasmo—. Vas a ir a refugiarte en los brazos
de Nick, de esa relación casi incestuosa de la que tienes tanta
dependencia. Tal vez si te liaras con él de una vez por todas yo dejaría de
sentir que es como una piedra en mi zapato.
—¡Esto es el colmo!
—estalló ella furiosa—. ¡No tienes derecho, Liam! No tienes derecho a
culparme por mi amistad con Nick de tus inseguridades, ni de que seas incapaz
de no perder los pantalones con la primera que pasa —le dijo con una mirada
gélida—. Nick también es tu amigo, ¿o es que lo has olvidado? —le espetó
dándose la vuelta.
Liam contrajo el rostro y la agarró por el brazo para hacerla girarse hacia él.
—¿Ah, sí? ¿Por cuánto
tiempo cuando le digas que te he estado engañando?
—Déjame ir, Liam—le
dijo ella mirándolo con desprecio, y casi con lástima—. No le diré por qué
hemos roto.
—¿Y por qué no ibas a
hacer eso después de lo que te he hecho?
—Porque Nick te mataría si
se lo dijera.
***
Miley continuó con el juego durante toda la noche, torturando a su amigo con sus
miradas, rozándole accidentalmente la mano o el pie por debajo de la mesa, y
pronto a Nick le pareció que la temperatura había subido unos cuantos grados en
el restaurante.
Había una orquesta
tocando en el salón contiguo, y pronto Neave arrastró allí a Liam, dejándolos
un rato a solas.
—Eh, Jonas —lo llamó
Miley desde el otro lado de la mesa. Tenía la barbilla apoyada en las manos
entrelazadas y le sonreía—, ¿cómo lo llevas?
Nick sacudió la cabeza,
dejando escapar unas risas nerviosas.
—Solo te diré, amiga mía,
que estás jugando a un juego muy peligroso.
Un brillo travieso cruzó
por los ojos de Miley.
—¿De veras? —inquirió
divertida.
—Sí, de veras.
—¿Y cómo es eso?
Nick se inclinó hacia
delante, apoyando los codos en la mesa.
—Llevas toda la noche
tratando de ponerme nervioso con tus coqueteos.
La joven bajó la mirada
hacia su copa, repasando el índice por el borde.
—¿Y está funcionando?
—preguntó en un tono seductor.
Nick tragó saliva y
carraspeó.
—Ya eres lo
suficientemente mayorcita como para saber que esta clase de juegos… tienen sus
consecuencias.
Miley sabía que se estaba
pasando un poco de la raya, pero tal vez fuera el efecto del vino, o el llevar
dos días sin besar a Nick cuando se moría por hacerlo. Aquella noche apenas
había pegado ojo pensando en él, y de algún modo le parecía que, si ella
sufría, también tenía que hacerlo sufrir a él.
Nick gruñó exasperado,
pasándose la mano por el cabello, pero antes de que pudiera responder nada,
aparecieron de nuevo Liam y Neave.
—Eh, Nick, ven a bailar
conmigo —le dijo Neave tirando de su mano—. Liam me ha dicho que eras el Fred
Astaire de vuestra universidad.
Nick se rió.
—Me parece que Liam exagera un poco, pero si quieres…
Liam los observó
alejarse charlando y bromeando, y se sentó junto a Miley esbozando una sonrisa.
—¿Te diviertes?
La joven apartó la vista
del salón contiguo, donde Neave y Nick ya estaban bailando, y giró la cabeza
hacia el hombre que una vez había sido el centro de su universo. Parecía que
hacía siglos de aquello.
—Claro —contestó
sonriendo también—. Pareces feliz, Liam. Me alegro mucho por ti. Neave es una
chica fantástica.
—Gracias. ¿Cómo llevan Nick y tú lo de compartir casa?
El corazón de Miley dio
un vuelco ante el giro de la conversación. «Cálmate Miley, mantén la calma. No
puede sospechar nada, es solo una pregunta inocente».
—Bueno, ya sabes cómo es Nick, siempre empeñado en protegerme. Me trata como a una reina.
—Fue un gesto muy
generoso ofrecerte una habitación hasta que tu casa esté construida —comentó Liam—. Además, así se hacen compañía el uno al otro —dijo tomando su copa—.
Y para ti, como siempre me decías, debe de ser como tener un hermano mayor.
Miley no pudo menos sonreír
ante la anticuada descripción. Si él supiera…
—Sí, bueno, es como un
hermano mayor bastante irritante.
Liam sonrió, girando el
rostro hacia el salón contiguo.
—Es un tipo estupendo. Yo
también lo quiero como a un hermano. Es el mejor amigo que he tenido jamás —sus
ojos azules se fijaron en los de Miley—. Los dos son los mejores amigos que he
tenido jamás. Estar con ustedes me trae recuerdos de mejores tiempos, de antes
de que empezara a tener responsabilidades y a sentirme descontento —se quedó callado
un instante—. ¿Sabes, Miley?, no hay un solo día que no me arrepienta por lo
que te hice. Quería que lo supieras… antes de que me emborrache y pienses que
no lo digo de verdad.
—Lo sé —murmuró ella
esbozando una pequeña sonrisa.
—Oye, Miley, escucha
—dijo Liam de pronto inclinándose sobre la mesa—. ¿Y si le buscamos a
alguien?
La joven se quedó
callada, antes de prorrumpir en unas risas incómodas.
—¿A quién?, ¿a Jonas?
—Bueno, estabas en lo
cierto respecto a Neave y a mí, así que creo que no se te da mal el hacer de
casamentera. Sí, deberías buscarle alguien a Nick.
—¿Eso crees? —inquirió
ella, incapaz de reírse otra vez. De pronto se notaba la boca seca, y tuvo que
beber un buen trago del refresco que había pedido—. ¿Y tienes a alguien en
mente, o tendré que escogerla yo? —dijo forzando una sonrisa.
—¿Qué me dices de Nicole Anderson? Creo que salieron un par de veces en la
universidad. Apostaría la camisa a que resultaría.
Miley se reclinó en su
asiento con un gemido de fastidio.
—Créeme, mis días de
apuestas se han acabado.
—Oh. venga, Mi, no seas
aburrida.
—Liam, no voy a
ayudarte a encontrarle una mujer a Nick —le dijo entornando los ojos y
subrayando cada palabra—. Ni Nicole Anderson, ni ninguna otra, ¿entendido?
—Miley, no puedo creerlo.
¿Es que no quieres verlo tan feliz como a mí? —le dijo Liam fingiéndose
indignado, con una mano sobre el corazón.
—¿A quién no quieres ver
feliz, Cyrus?
Miley alzó la cabeza tan
rápido al escuchar la voz de Nick que se sintió un poco mareada. Liam levantó
la vista también hacia su amigo y su prometida.
—Solo estaba proponiendo
una pequeña apuesta a Miley.
—Ah, ya veo —murmuró Nick enarcando las cejas—. ¿Y de qué se trata?
—No quieres saberlo —le
dijo Miley.
—Pues claro que sí.
—No, te aseguro que no.
—¿Te estás haciendo la
interesante, Cyrus?
Liam prorrumpió en
carcajadas.
—Dios, ¿alguna vez que no
discutan?
Nick sonrió, frotándose
la nuca, pero a Miley aquello no le hacía gracia. Aunque no lo admitiría, la
había molestado la idea de imaginarlo con otra mujer.
—¿Quieres saberlo, Jonas? Pues bien, tu querido amigo Liam me estaba retando a encontrarte
una mujer.
La sonrisa se le heló a Nick en los labios.
—¿Es una broma?
Liam se rió aún más.
—¡Dios!, ¡si vieras la
cara que se te ha quedado, Nick!
—¿Ibas a apostar con ella
para que me encontrara un ligue? —repitió Nick confundido, riéndose un poco por
mantener las apariencias—. Muy gracioso, Hermsworth.
—De hecho, me estaba
diciendo que te gustaba bastante Nicole Anderson, que estaba seguro de que
resultaría —añadió Miley con toda la intención.
Nick esperaba ver una
mirada maliciosa en sus ojos verdes, creía que estaba tratando de picarlo, y
quizá por eso lo sorprendió más ver lo que vio: ¡estaba celosa! ¡Miley Cyrus estaba celosa de una mujer con la que había salido un par de veces hacía años!
Una enorme sonrisa se dibujó en sus labios.
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