sábado, 9 de junio de 2012

Amigos y Amantes; Cap 10.

Seis años atrás

Miley llevaba aproximadamente un año viviendo con Liam cuando una vocecilla empezó a susurrarle palabras de inseguridad y descontento dentro de su cerebro. Al principio trataba de ignorarla a toda costa, de ignorar aquella extraña sensación en la boca del estómago que le decía que algo no iba bien.
Cuando conoció a Liam, tenía solo diecisiete años, y estaba empezando a transformarse de un patito feo en… bueno, en un pato simplemente. Él era el chico más guapo que había visto en su vida, y no solo eso, también era listo, divertido, rico y popular. Pasada una semana, estaba loca por él.
Sin embargo, algo parecía haber cambiado en él después de la universidad. Allí era donde había sido más feliz: con montones de amigos, trofeos deportivos y medallas, y una ronda interminable de fiestas. Todo el mundo apreciaba a Liam en el campus, todos querían tener su amistad. Tal vez por eso Miley se sintió tremendamente orgullosa cuando le pidió salir con él. Era casi un honor.
Pero las cosas cambiaron para Liam en el mundo real: los negocios de su familia sufrieron altibajos, con lo que se esfumó su idea de poder vivir de las rentas, y tuvo que empezar a trabajar duramente para mantener la filial de la empresa familiar a cuyo frente lo habían colocado. La gloria de sus triunfos con el equipo de rugby de la universidad quedó reducida a jugar al golf los domingos con los miembros de la junta directiva de su empresa, y poco a poco fue transformándose en alguien a quien Miley ya no conocía.
Para entonces ella contaba ya veintitrés años, y llevaban juntos casi seis. Aquella vocecilla insolente de su cabeza le decía que si lo amaba debería estar ya dispuesta para el matrimonio y la docena de niños con la que tanto se habían picado Liam, Nick y ella. Pero, ¿estaba dispuesta?

—Cyrus, ¿otra vez has estado bebiendo?

La joven alzó la vista hacia Nick con fastidio.

—Haces que suene como si fuese alcohólica. Dios, hacía tanto que no te veía… —se quedó un momento pensativa—. ¿Cuándo fue la última vez que nos vimos?

Nick se dejó caer a su lado en el sofá.

—En Navidad —respondió. Miley resopló.
—¿Lo ves? Hace más de un año.

Nick miró en derredor un momento, sin decir nada. Era el cumpleaños de la madre de Miley, y el salón estaba lleno de amigos y familiares.

—¿Cómo te van las cosas? —inquirió girándose hacia ella.
—Si de verdad quieres saberlo, ahora mismo mi vida apesta —masculló ella bebiendo otro sorbo de su copa.

Nick se quedó mirando preocupado el rostro de perfil de su amiga. Nunca antes la había oído hablar de ese modo.

—¿Por qué? ¿Qué ha ocurrido? —inquirió. Miley apuró la bebida de un trago.
—Ojalá yo lo supiera.
—Si hay algo en lo que pueda ayudar…

Miley sonrió ante la calidez que impregnaba su voz.

—¿Todavía sigues empeñado en salvar el mundo, Jonas?
—No, ya hace tiempo que me di cuenta de que me venía algo grande.
—Mmm… —murmuró ella girándose hacia él—. Entonces, ¿en vez de eso vas a tratar de rescatarme? —le espetó con ironía.

Nick se quedó callado un instante. Miley había sido siempre tan alegre, tan positiva… ¿Qué le había ocurrido?

—¿Necesitas ser rescatada? —inquirió. La joven dejó escapar una risa amarga.
—¿De qué?, ¿de mi perfecta vida?

Nick la observó muy serio, y extendió la mano para remeter un mechón de cabello rojizo detrás de la oreja de Miley. La joven siguió sus dedos con la mirada mientras descendían por la curva del pómulo y llegaban a la barbilla, deteniéndose allí.

—Lo estás pasando muy mal, ¿eh? —murmuró Nick—. ¿Por qué no me dices de qué se trata?

La joven se quedó mirándolo fijamente un instante, para bajar después el rostro, al tiempo que una lágrima rodaba por su mejilla.

—No lo sé, Nick de verdad que no lo sé —balbució meneando la cabeza desesperada.

Por primera vez en su vida tenía un problema del que no podía hablar con Nick. En ese momento, en medio de tanta gente, se sentía incapaz de afrontar las emociones que había tratado de ahogar con el alcohol y él estaba haciendo aflorar. Se levantó del sofá y salió corriendo escaleras arriba, a llorar en su habitación. No volvería a ver a Nick ni a hablar con él hasta después de su partida a Estados Unidos.


                                                            ***


          Nick no se había sentido tan frustrado en toda su vida. No era que no lo alegrara recibir la visita de Liam y su prometida, y era estupendo poder rememorar los viejos tiempos, pero el no poder besar a Miley como ansiaba hacer lo estaba volviendo loco. Cada vez que la miraba, se encontraba con que sus labios lo atraían como un imán, y no podía dejar de recordar los gloriosos besos que habían compartido.


—¿Jonas?

Nick alzó la vista hacia Liam con una expresión tan perdida que pareció que acababa de darse cuenta de que estaba allí.

—Perdona… ¿qué decías?

Su amigo esbozó una sonrisa maliciosa, y los hoyuelos que tantas chicas habían conquistado aparecieron en sus mejillas.

—Jamás te había visto tan callado. Si no te conociera mejor, diría que te tiene atrapado alguna mujer.
—¿A mí? —respondió Nick riéndose ruidosamente—. ¿A un soltero decidido como yo? Ni hablar. Me gusta mi vida tal y como es —añadió tomando un trago de su botella de cerveza— sin presiones, ni problemas… Ya me conoces.

Liam se apoyó en la barandilla del porche y brindó por su amigo alzando su botella.

—Que sea así por mucho tiempo entonces —le dijo con un guiño—, aunque no sabes lo que te pierdes.
—Ya, cosas como que llevemos aquí más de diez minutos esperando a que las damas se arreglen para una simple cena —dijo Nick. Liam se rió.
—Bueno, tratándose de Neave y Miley, seguro que la espera merecerá la pena.

En ese momento aparecieron las dos, y a Nick casi se le atragantó la cerveza en la garganta. Estaba claro que Miley estaba dispuesta a cumplir su promesa de atormentarlo: su minifalda era tan corta que casi rozaba lo indecente, y allí estaban otra vez esas endiabladas piernas…
Liam ofreció su brazo a Neave y se dirigieron todos al coche de Nick. Mientras caminaban, Nick aminoró el paso deliberadamente, dejando que Kieran y su prometida se adelantaran, para poder susurrarle a Miley:

—¿Acaso pretendes volverme loco? —le preguntó. La joven le dedicó una sonrisa seductora.
—¿Sabes? —le dijo—, creo que voy a divertirme mucho esta noche —y apretó el paso para alcanzar a los otros, volviendo la cabeza un par de veces hacia él sin borrar la insolente sonrisa de sus labios, y contoneando las caderas con descaro.

                                                               ***

Una revelación, seis años atrás

—¿Quién es?
—¿A qué te refieres?

Miley meneó la cabeza y exhaló un suspiro de cansancio. Hacía semanas que la vocecilla del descontento resonaba ya en todo su cerebro, y no susurraba, sino que gritaba.

—Liam, no juegues conmigo. Estás viendo a otra mujer, ¿no es verdad?

Liam, sentado frente a ella en la mesa, la miró un momento, y volvió a bajar la vista al plato, cortando su bistec con aparente calma.

—No tengo idea de qué estás hablando.
—¿Crees que soy idiota?

Liam se fingió irritado, secándose las comisuras de los labios con la servilleta.

—Lo que creo es que estás siendo ridícula, Miley.

Los ojos de la joven estaban llenándose de lágrimas por segundos, pero tragó saliva, esforzándose por contenerlas.

—Lo que estoy es dolida. Liam, porque también estoy segura de que no es la primera, ¿me equivoco?

Liam echó la servilleta sobre la mesa y suspiró.

—¿Qué quieres que diga, Miley?
—¡Quiero la verdad, maldita sea! Me lo debes.

Liam pareció comprender al fin que de nada servía seguir negándolo, y se derrumbó, avergonzado.

—Yo… lo siento tanto, Miley… lo siento tanto…

La joven casi no podía respirar. Había estado completamente segura de que estaba viéndose con alguien, pero «las otras» habían sido un disparo al aire. Dios, ¿cómo podía haber estado tan ciega, haber sido tan ingenua…?
Con una calma que no sentía en absoluto, dobló su servilleta y se puso en pie.

—Me marcho. No aguanto un segundo más aquí —murmuró.

Liam frunció el entrecejo.

—No digas eso, Miley. Podemos solucionar nuestros problemas, sé que podemos.

La joven se rió con amargura.

—No, Liam, no podemos. Para eso hace falta sinceridad, y tú no la has tenido conmigo.
—Pero yo te amo, Miley, tú lo sabes. Podemos superar esto.

Ella volvió a reírse despechada.

—Eres un bastardo. Durante meses he estado creyendo que nuestro distanciamiento era culpa mía, pero me decía que era natural que me surgieran dudas a estas alturas de nuestra relación, y que tenía que esforzarme por superarlas. Y todo este tiempo has estado acostándote con otras mujeres. ¿Pues sabes qué? Dile a esa última fulana que te has buscado que puede quedarse contigo.

Liam se incorporó tan rápido que dejó caer la silla.

—¡Miley, espera! ¿Adonde vas a ir?

La joven se detuvo un momento, con la mano en el picaporte de la puerta de entrada.

—Te lo haré saber cuando lo sepa.
—Oh, vamos, ahora eres tú quien está jugando conmigo. Los dos sabemos adonde vas, ¿no es verdad? —masculló Liam yendo a su lado, con su rostro a escasos centímetros del de ella. Su tono estaba cargado de sarcasmo—. Vas a ir a refugiarte en los brazos de Nick, de esa relación casi incestuosa de la que tienes tanta dependencia. Tal vez si te liaras con él de una vez por todas yo dejaría de sentir que es como una piedra en mi zapato.
—¡Esto es el colmo! —estalló ella furiosa—. ¡No tienes derecho, Liam! No tienes derecho a culparme por mi amistad con Nick de tus inseguridades, ni de que seas incapaz de no perder los pantalones con la primera que pasa —le dijo con una mirada gélida—. Nick también es tu amigo, ¿o es que lo has olvidado? —le espetó dándose la vuelta.



Liam contrajo el rostro y la agarró por el brazo para hacerla girarse hacia él.

—¿Ah, sí? ¿Por cuánto tiempo cuando le digas que te he estado engañando?
—Déjame ir, Liam—le dijo ella mirándolo con desprecio, y casi con lástima—. No le diré por qué hemos roto.
—¿Y por qué no ibas a hacer eso después de lo que te he hecho?
—Porque Nick te mataría si se lo dijera. 
              
                                                         ***

Miley continuó con el juego durante toda la noche, torturando a su amigo con sus miradas, rozándole accidentalmente la mano o el pie por debajo de la mesa, y pronto a Nick le pareció que la temperatura había subido unos cuantos grados en el restaurante.
Había una orquesta tocando en el salón contiguo, y pronto Neave arrastró allí a Liam, dejándolos un rato a solas.


—Eh, Jonas —lo llamó Miley desde el otro lado de la mesa. Tenía la barbilla apoyada en las manos entrelazadas y le sonreía—, ¿cómo lo llevas?



Nick sacudió la cabeza, dejando escapar unas risas nerviosas.

—Solo te diré, amiga mía, que estás jugando a un juego muy peligroso.

Un brillo travieso cruzó por los ojos de Miley.

—¿De veras? —inquirió divertida.
—Sí, de veras.
—¿Y cómo es eso?

Nick se inclinó hacia delante, apoyando los codos en la mesa.

—Llevas toda la noche tratando de ponerme nervioso con tus coqueteos.

La joven bajó la mirada hacia su copa, repasando el índice por el borde.

—¿Y está funcionando? —preguntó en un tono seductor.

Nick tragó saliva y carraspeó.

—Ya eres lo suficientemente mayorcita como para saber que esta clase de juegos… tienen sus consecuencias.

Miley sabía que se estaba pasando un poco de la raya, pero tal vez fuera el efecto del vino, o el llevar dos días sin besar a Nick cuando se moría por hacerlo. Aquella noche apenas había pegado ojo pensando en él, y de algún modo le parecía que, si ella sufría, también tenía que hacerlo sufrir a él.

—Quizá si me especificaras un poco más esas consecuencias… —murmuró alzando los ojos hacia sus labios.




Nick gruñó exasperado, pasándose la mano por el cabello, pero antes de que pudiera responder nada, aparecieron de nuevo Liam y Neave.

—Eh, Nick, ven a bailar conmigo —le dijo Neave tirando de su mano—. Liam me ha dicho que eras el Fred Astaire de vuestra universidad.

Nick se rió.

—Me parece que Liam exagera un poco, pero si quieres…

Liam los observó alejarse charlando y bromeando, y se sentó junto a Miley esbozando una sonrisa.

—¿Te diviertes?

La joven apartó la vista del salón contiguo, donde Neave y Nick ya estaban bailando, y giró la cabeza hacia el hombre que una vez había sido el centro de su universo. Parecía que hacía siglos de aquello.

—Claro —contestó sonriendo también—. Pareces feliz, Liam. Me alegro mucho por ti. Neave es una chica fantástica.
—Gracias. ¿Cómo llevan Nick y tú lo de compartir casa?

El corazón de Miley dio un vuelco ante el giro de la conversación. «Cálmate Miley, mantén la calma. No puede sospechar nada, es solo una pregunta inocente».

—Bueno, ya sabes cómo es Nick, siempre empeñado en protegerme. Me trata como a una reina.
—Fue un gesto muy generoso ofrecerte una habitación hasta que tu casa esté construida —comentó Liam—. Además, así se hacen compañía el uno al otro —dijo tomando su copa—. Y para ti, como siempre me decías, debe de ser como tener un hermano mayor.

Miley no pudo menos sonreír ante la anticuada descripción. Si él supiera…

—Sí, bueno, es como un hermano mayor bastante irritante.

Liam sonrió, girando el rostro hacia el salón contiguo.

—Es un tipo estupendo. Yo también lo quiero como a un hermano. Es el mejor amigo que he tenido jamás —sus ojos azules se fijaron en los de Miley—. Los dos son los mejores amigos que he tenido jamás. Estar con ustedes me trae recuerdos de mejores tiempos, de antes de que empezara a tener responsabilidades y a sentirme descontento —se quedó callado un instante—. ¿Sabes, Miley?, no hay un solo día que no me arrepienta por lo que te hice. Quería que lo supieras… antes de que me emborrache y pienses que no lo digo de verdad.
—Lo sé —murmuró ella esbozando una pequeña sonrisa.
—Oye, Miley, escucha —dijo Liam de pronto inclinándose sobre la mesa—. ¿Y si le buscamos a alguien?

La joven se quedó callada, antes de prorrumpir en unas risas incómodas.

—¿A quién?, ¿a Jonas?
—Bueno, estabas en lo cierto respecto a Neave y a mí, así que creo que no se te da mal el hacer de casamentera. Sí, deberías buscarle alguien a Nick.
—¿Eso crees? —inquirió ella, incapaz de reírse otra vez. De pronto se notaba la boca seca, y tuvo que beber un buen trago del refresco que había pedido—. ¿Y tienes a alguien en mente, o tendré que escogerla yo? —dijo forzando una sonrisa.
—¿Qué me dices de Nicole Anderson? Creo que salieron un par de veces en la universidad. Apostaría la camisa a que resultaría.

Miley se reclinó en su asiento con un gemido de fastidio.

—Créeme, mis días de apuestas se han acabado.
—Oh. venga, Mi, no seas aburrida.
—Liam, no voy a ayudarte a encontrarle una mujer a Nick —le dijo entornando los ojos y subrayando cada palabra—. Ni Nicole Anderson, ni ninguna otra, ¿entendido?
—Miley, no puedo creerlo. ¿Es que no quieres verlo tan feliz como a mí? —le dijo Liam fingiéndose indignado, con una mano sobre el corazón.
—¿A quién no quieres ver feliz, Cyrus?

Miley alzó la cabeza tan rápido al escuchar la voz de Nick que se sintió un poco mareada. Liam levantó la vista también hacia su amigo y su prometida.

—Solo estaba proponiendo una pequeña apuesta a Miley.
—Ah, ya veo —murmuró Nick enarcando las cejas—. ¿Y de qué se trata?
—No quieres saberlo —le dijo Miley.
—Pues claro que sí.
—No, te aseguro que no.
—¿Te estás haciendo la interesante, Cyrus?

Liam prorrumpió en carcajadas.

—Dios, ¿alguna vez que no discutan?

Nick sonrió, frotándose la nuca, pero a Miley aquello no le hacía gracia. Aunque no lo admitiría, la había molestado la idea de imaginarlo con otra mujer.

—¿Quieres saberlo, Jonas? Pues bien, tu querido amigo Liam me estaba retando a encontrarte una mujer.

La sonrisa se le heló a Nick en los labios.

—¿Es una broma?

Liam se rió aún más.

—¡Dios!, ¡si vieras la cara que se te ha quedado, Nick!
—¿Ibas a apostar con ella para que me encontrara un ligue? —repitió Nick confundido, riéndose un poco por mantener las apariencias—. Muy gracioso, Hermsworth.
—De hecho, me estaba diciendo que te gustaba bastante Nicole Anderson, que estaba seguro de que resultaría —añadió Miley con toda la intención.

Nick esperaba ver una mirada maliciosa en sus ojos verdes, creía que estaba tratando de picarlo, y quizá por eso lo sorprendió más ver lo que vio: ¡estaba celosa! ¡Miley Cyrus estaba celosa de una mujer con la que había salido un par de veces hacía años! Una enorme sonrisa se dibujó en sus labios.

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