Puesta de sol, filetes en la playa... y Miley. Podía
escuchar las risas y la música tropical del radiocassette.
Suspiró. Por primera vez después de muchos años no sabía
qué debía hacer. Sabía muy bien qué era lo que quería: conocer mejor a la
belleza del bañador rojo. Y sin embargo, a pesar de ser soltero, no se sentía
libre de hacerlo. La Jefferson Sporting Goods le reclamaba toda su atención, y
era una amante celosa.
A veces creía escuchar la voz de su padre: “Los accionistas esperan beneficios, hijo,
pero también estabilidad. Asume riesgos, pero no riesgos tontos. Y cuida de Joe. Él no comprende la diferencia”. Se había sentido feliz de ser el
elegido, el heredero del trono, pero la carga parecía pesarle más cada día.
Nunca hubiera pensado que llegaría un
día en el que sintiera envidia de su hermano. Pero se había equivocado.
«Cuida de Joe». Y no cabía duda de que aunque su padre nunca había
conocido a Miley, si la hubiera conocido le habría dicho que cuidara de ella
también. No podía seguir mostrándose reservado durante toda la semana sólo para
evitar verse envuelto emocionalmente con Miley. Eso seria aburrido y de mala
educación. Y además se estaba muriendo de hambre.
Salió y miró hacia la playa. Habían colocado cuatro
sillas, y aquella cuarta silla le llegó al alma. Por la tarde le habían dejado
solo para que pudiera trabajar, pero era evidente que lo esperaban para cenar.
Las sillas estaban colocadas en semicírculo alrededor
de un fuego en el que estaban cocinando la carne.
Miraban hacia la puesta de sol. El cielo comenzaba
a ponerse rosa. Aún no se habían dado cuenta de su presencia. Parecían relajados
y contentos. Su corazón se henchía de amor por ellos.
Sin embargo cuando vio a Miley con su bañador rojo y
su falda le inundó una emoción más fuerte. Tenía cruzadas las piernas, y la
falda estampada flotaba a su alrededor dejando ver sus muslos. Nick tragó.
Bueno, no iba a ser fácil, pensó, pero de todas
maneras tenía que bajar. Se quitó los zapatos, abrió la puerta de la barandilla
de proa y se acercó a ellos por la arena.
-¡Ah del barco, compañero! -gritó Joe elevando la
lata de cerveza-. La bebida no es mala en estas latitudes.
-Y la compañía tampoco es mala -añadió Demi.
-Sin embargo el pescado es un poco escaso- dijo Miley-, pero nos resarcimos con la cerveza.
-Ya me figuraba yo que no habia pescado mucho
cuando olía a carne -contestó Nick acercándose a la silla justo al lado de la
de Miley.
Joe sacó una cerveza de la nevera portátil y se
la ofreció:
-Ha sido Miley quien ha comprado las bebidas, y déjame
decirte, chico, que sabe de cerveza.
-Buena. -contestó Nick después de abrirla y probarla.
Luego se quedó observando a Miley. Se había sujetado
el pelo en lo alto de la cabeza y de sus orejas colgaban unos pendientes que
parecían anzuelos de pesca.
-¿Te has puesto tú esos pendientes o eres víctima de
las destrezas de Joe en la pesca?
-¡Eh! -exclamó Joe-, sólo porque conseguí pescar
a una mujer en una ocasión, cosa que en realidad no fue...
-¡Pero Joe, qué horror! La podías haber dejado ciega.
-No la pescó exactamente enganchándola de la cara -intervino Nick-, llevaba un bikini atado con cintas.
-¡Oh! -exclamó Demi-. Me asustas, Joe. Espero
que tengas más cuidado cuando pesques.
-Ése es el problema, que no estaba pescando. Estábamos
navegando con otros turistas, y todo el mundo llevaba pantalones cortos excepto
esa Samantha Derek. Creo que buscaba peces más grandes que los que se encuentran en
el mar. Yo estaba a lo mío, y de pronto se me acercó con un radiocassete. De
repente, sin saber cómo, el anzuelo se enganchó en su bikini.
-¡Vaya!- intervino Demi-. ¿Y quién era ella?
-La chica de Nick.
-¡Vaya, vaya, vaya! -rió Miley echando la cabeza
hacia atrás-. Pero luego volvió contigo, ¿no Nick? -añadió echándole una mirada
que le calentó la sangre-. Es mejor no mezclarse con tipos como Joe.
-Buen consejo. -contestó Nick dando un largo sorbo
de cerveza.
Aquel sorbo debía al menos conseguir aplacar su sed,
si no su calor, pensó Nick. Recordaba a esa mujer, pero lo cierto era que
nunca la había llegado a conocer muy bien. De hecho, pensó, ése era el problema
con todas las mujeres. Conocer a alguien llevaba tiempo, y él no tenía tiempo
que perder.
-Para contestar a tu pregunta sobre mis pendientes
te diré que los ha hecho Joe. Mira; -dijo inclinándose hacia él y esparciendo
su fragancia a aceite de coco solar.
Hubiera preferido chupar y besar aquella oreja en lugar de examinar los pendientes.
Hubiera preferido chupar y besar aquella oreja en lugar de examinar los pendientes.
-¿Es un anzuelo de verdad?
-¡Qué va! -exclamó Joe-, sólo son unas cuentas de
collar. Me parecieron bonitas, pero como a Demi no le gustan se los di a Miley. A ella le encantan.
-Sí, me encantan. -confirmó reclinándose de nuevo sobre
la silla y echando un trago- ¡Eh, atentos todos, la puesta de sol! El cielo
está ardiendo.
-¡Vaya! -exclamó Demi- Había olvidado lo espectaculares
que eran las puestas de sol desde el lago.
Nick bebió un trago y escuchó los tambores de la
música del radiocassete. El cielo estaba rojizo y dorado, y los colores se
extendían sobre las montañas y sobre el agua.
-Es como mirar a través de gafas de color rosa,
¿verdad? -comentó Miley en una voz tan baja que sólo él pudo oírla.
Nick miró hacia Joe y hacia Demi. Estaban
sentados muy juntos y con las manos unidas, en su nido privado de amor.
-También podría parecer el cuadro que pinta un gigante
con los dedos.
-Me gusta eso. -contestó Miley sonriendo- Me encantaba
pintar con pintura de dedos.
-Y a mí- -respondió él.
Miley se quedó en silencio durante un rato mientras
los colores iban desapareciendo y dejando a su paso una pared azul llena de
estrellas. Luego por fin preguntó:
-¿Cuándo fue la última vez que pintaste con pintura
de dedos?
-Hace veinticinco años.
Era gracioso que aún recordara el olor de la
pintura y la sensación de tenerla entre los dedos. Solía usar las palmas de las
manos, los nudillos, y hasta las muñecas para pintar.
-Me hubiera gustado traer pintura -añadió Miley.
-Bueno, nuestra sobrina es aún un poco joven para
pintar, ¿no crees?
Había dicho aquello en broma, pero no pudo evitar sentir
un hormigueo en el estómago. Se iba a convertir en el tío Nick, y ella en la tía Miley. Aquello los uniría, era inevitable.
-Yo estaba pensando en nosotros, -contestó Miley- Sería divertido.
-Si. Apuesto a que Joe y tú se la pasarían muy bien.
-Me refería a ti.
-Bueno, está bien. -contestó Nick sintiéndose violento.
-¿Pero por qué no?
-Por que yo ya soy mayorcito para esas cosas. -contestó
haciendo una mueca y dándose cuenta de que su respuesta había sido un tanto
fuerte- Lo siento, no era eso lo que quería decir. Quería decir que...
-Querías decir exactamente lo que has dicho, pero
el problema es que yo no me siento insultada por ello. De hecho me da lástima
de ti.
-¿Lástima de mí? -repitió Nick levantándose de la
silla y mirándola-. ¿Y eso qué diablos quiere decir?
-Calma, Nick -contestó ella.
-¡Ah, la serenidad del crepúsculo! -los interrumpió Joe-, ¡el canto de los pájaros nocturnos!, ¡el grito indignado de mi hermano!
-¡Pero si es que le da lástima de mí porque no quiero
pintar con pintura de dedos!
-Nick; no...- intervino Miley levantándose.
Al hacerlo la falda se le enganchó en el brazo de
la silla, que se vino abajo haciéndola caer hacia él.
Nick se tambaleó hacia atrás e intentó sujetarla,
pero tropezó con unas rocas. Fue un milagro, pero consiguieron mantener el
equilibrio. Su suerte estaba cambiando, pensó Nick. La soltó y suspiró.
-Siente lástima por mi. -comentó mirando a Joe y a Demi- ¿Lo entienden?
-Claro. -contestó Joe- Yo siento lástima por
todos nosotros. Acaban de tropezar con la parrilla. Nuestros filetes están
sobre las brasas.
-¡Vaya! -exclamó Nick volviéndose hacia el fuego
y agarrando instintivamente un tenedor largo de metal sin darse cuenta de que
se iba a quemar- ¡Maldita sea! -exclamó de nuevo chupándose los dedos. Su
suerte no había cambiado tanto como creía, pensó.
-Aquí tienes otro tenedor -dijo Miley alcanzándoselo
quizá demasiado.
-¡Mantente a distancia! -la advirtió.
-¡Sólo pretendía avisarte para que no te quemaras!
¿Necesitas que te cure?
-Lo mejor es ponerse mostaza. Voy a...
-No Demi, yo iré -la interrumpió Joe- Después de
dos cervezas necesitaría una grúa para ayudarte a subir y bajar del barco,
cariño.
-¡Joseph Jefferson, retira eso de la grúa
inmediatamente!
-Sí, Joe. Trágate tú una sandía y luego veremos
cómo te sientes. -la apoyó Miley.
-Mis excusas, señoras. -contestó Joe haciendo una
reverencia y acercándose a besar a su mujer en la mejilla- Nick, hermano,
creo que deberíamos subir a curarte y volver con la ensalada mientras estas maravillosas
y pequeñas mujeres sacan los filetes de entre las brasas. Quizá, con un poco de
suerte, se apiaden de nosotros y nos dejen cenar cuando volvamos.
-¡No cuentes con ello! -gritó Demi antes de que
desaparecieran.
-Oye, siento haber tirado los filetes, Joe. ¡Ah! ¡Maldita
sea! -exclamó Nick.
-¿Qué ocurre?
-Me he tropezado con algo.
-Supongo que hace mucho tiempo que no vas descalzo
por la playa, hermano, pero hay que ir mirando dónde pisas.
-Me siento como si estuviera atravesando un campo
de minas.
-Relájate, chico, estás entre amigos.
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