Miley se sentía capaz de ir al infierno por su hermana, y precisamente aquella semana se iba a convertir en eso, un infierno. Conducía la furgoneta camino de Lake Mead. Todos habían comprado visores y ropa interior de la tienda accidentada, y todos llevaban colgado el visor excepto Nick, que lo había guardado en el maletín. Seguramente no le pegaba con el traje, pensó Miley.
Antes del accidente, Demi le estaba explicando
que Nick necesitaba unas vacaciones con desesperación. Además él y Joe necesitaban estar juntos de nuevo. Decía que era Joe quien no había querido
advertirla de la presencia de Nick en el viaje. Y fue entonces cuando se les
vino el carrito encima.
Era de suponer que iban a tener que acostumbrarse a
ese tipo de accidentes, porque ocurrían invariablemente cuando estaba con Nick.
Por el momento, pensó Miley, lo mejor que podía
hacer era concentrarse en la carretera. No era fácil teniendo en cuenta que Nick estaba a su lado, en el asiento del copiloto. Era lógico que él se
hubiera sentado delante, Joe y Demi querían ir juntos.
El resto de la furgoneta iba cargada con los equipajes y el equipo que ella misma había comprado. Joe llevaba un saco de dormir y una caña de pescar extra para Nick.
El resto de la furgoneta iba cargada con los equipajes y el equipo que ella misma había comprado. Joe llevaba un saco de dormir y una caña de pescar extra para Nick.
Mientras pudieran pescar, la comida comprada
seguramente sería suficiente para cuatro. En términos logísticos la presencia
de Nick no iba a resultar un problema.
En términos emocionales, sin embargo, se dijo Miley, tendría que tratar de ignorarlo.
En términos emocionales, sin embargo, se dijo Miley, tendría que tratar de ignorarlo.
¿Pero qué mujer de sangre caliente podría ignorar a
un hombre como Nick?, se preguntó. Era una lástima que al final él no hubiera
resultado ser el chico del strip-tease.
Por el momento sólo se había quitado el abrigo y la corbata, y eso que estaban
en agosto, en mitad del caluroso verano de Las Vegas. Eso era todo.
Una sutil fragancia a colonia masculina cara llenó
el aire cuando Nick se volvió para hablar con Joe.
En mitad de la conversación sonó un teléfono. Miley miró a su alrededor. El ruido procedía del maletín de Nick, a sus pies.
—Está sonando tu maletín. —le dijo.
—Sí, disculpanme un momento. —contestó él poniéndolo
sobre su regazo y sacando de él un teléfono móvil.
Demi le iba señalando rasgos particulares del paisaje
a Joe, y mientras tanto Nick seguía hablando largo y tendido por teléfono y
tomando natas en un pequeño bloc. Parecía que estuviera sentado en su oficina
de la Michigan Avenue. Si seguía así no iba a tener mucho tiempo para estar con
su hermano;
—Mira el lago, Demi —dijo Joe al tomar Miley una carretera secundaria que les llevaba hacia el centro de deportes náutico—.
Parece un espejo.
—Sí, me muero por meterme en el agua y refrescarme.
—Yo también. —intervino Miley.
—Calma. —recomendó Joe—, ya sé les gusta meterse al agua en cuanto lleguemos.
—A veces es más divertido tirar a alguien... —respondió Miley pensando en tirarlo a él por haber llevado a su hermano.
Nick colgó por fin el teléfono pero siguió tomando notas en el bloc.
—¿Quién era? —preguntó Joe.
—Eikelhom. —contestó Nick sin dejar de escribir.
—Sabes, —añadió Joe— me pregunto si está llevando
bien el asunto de lo de la agencia de publicidad. He visto un par de anuncios y
no me han gustado nada.
—Mmm —contestó Nick con la atención puesta en su
bloc de notas.
—Hay un par de agencias que creo que podrían hacernos
el trabajo mejor. Si quieres puedo encargarme yo mismo.
—Eikelhom lo tiene todo controlado. —respondió Nick tapando la pluma.
Era evidente que Nick no estaba escuchando en serio
la propuesta de su hermano.
—Sí, lo sé, era sólo una sugerencia. —añadió Joe
decepcionado y resignado.
Miley miró por el retrovisor y vio que Demi ponía una
mano reconfortante sobre la rodilla de su marido.
Luego miró a Nick, aún absorto en sus notas e
inconsciente, según parecía, del sentimiento de frustración de su hermano.
Sintió que la sangre hervía en su interior.
Joe era un chico estupendo y no merecía en absoluto que lo trataran así. Nick podía ser guapo, podía ser hábil y eficiente en el trabajo, pero no tenía ni idea de cómo tratar a Joe.
Joe era un chico estupendo y no merecía en absoluto que lo trataran así. Nick podía ser guapo, podía ser hábil y eficiente en el trabajo, pero no tenía ni idea de cómo tratar a Joe.
De pronto aquel hombre dejó de intimidarla. Nick Jefferson, después de todo, no era perfecto. De hecho necesitaba que alguien le
diera un par de lecciones. Según parecía, Demi no había sido capaz de hacer
gran cosa al respecto. No era de extrañar, siempre se había mostrado muy tímida
en lo relativo a ese tipo de problemas. Había llegado el momento de que atacara
un tercero.
—Bueno, ya hemos llegado. —dijo Miley aparcando la
furgoneta cerca del centro náutico—. Yo me ocuparé del papeleo, ustedes descarguen el equipo y pónganlo en esos carritos de ahí.
Miley recogió
unos papeles, bajó de la furgoneta y se dirigió a la oficina de registro. Nick se quedó observando el hipnotizante movimiento de su trasero, y Joe lo
pilló mirando.
—Bueno, ¿a qué estamos esperando? —preguntó ignorando
la mirada de Joe.
El ruido de los fuerabordas era estruendoso, y el
olor a fuel oil le hacía recordar los veranos en Wisconsin con la barca de su
tío. En aquel entonces, él estaba impaciente por crecer. No se daba cuenta de
lo preciosos que eran aquellos días libres de toda responsabilidad.
—Demi, tú relájate. Nick y yo, que somos unos
caballeros, sacaremos el equipo.
—¡Ah, vacaciones! —exclamó Demi.
—A cambio, por supuesto, esperamos que ustedes las
mujeres preparen la comida —añadió Joe.
—Estoy deseando cocinar lo que pesquen. —rió— pero
será mejor que Miley no te oiga ese comentario. Te pondría a tostar en la
barbacoa.
Nick no dudó ni por un segundo de la veracidad de
aquella afirmación. De hecho durante el banquete de bodas, antes de que ocurriera
el desastre de la fuente, había estado bailando con Miley, tal y como obligaba
la cortesía por ser el uno padrino y la otra dama de honor. Y mientras bailaban
habían estado discutiendo sobre la decisión de Miley de contratar los servicios
de un chico para que hiciera strip-tease
en la despedida de soltera de Demi. Nick había sacado el tema a relucir,
dándose cuenta de que su proximidad física le perturbaba, y ella había seguido
la discusión atacando y recordándole que los hombres habían alquilado los servicios
de mujeres en las despedidas de solteros durante años. Además, le dijo, sabía
que en la de Joe había habido una. Gracias a Dios no sabía quién la había
contratado.
—Iré a por los carros. —dijo Nick dirigiéndose hacia
el muelle.
Había gente en bañador y en pantalones cortos, y el
agua estaba azul como el cielo. Nick sintió deseos de tirarse, de llevar
pantalones cortos, de hacerlo todo. Pero eso sería típico de una persona como Miley Lombard, no de una persona como Nick Jefferson, se dijo.
Se refrenó a sí mismo y recogió los dos carros.
Se preguntaba cómo se las habría arreglado su padre
para conseguir hacer de los viajes de cumpleaños una tradición. Llevó los
carritos hasta la parte posterior de la furgoneta, donde le esperaba Joe.
—Esto me trae recuerdos a la memoria. ¿A ti no,
hermanito? —preguntó Joe.
—Sí, es cierto.
Sólo había visto a Joe así de excitado dos veces
más durante aquel año. La primera el día de su boda, y la segunda cuando le
dijo que su mujer estaba embarazada. Joe dejó uno de los sacos de dormir
sobre el carrito y añadió:
—Espero que no te cuelgues del teléfono esta semana.
—Es que no puedo abandonarlo todo, así, por las
buenas. —contestó Nick sacando los bultos de la furgoneta.
—Papá lo hacía.
—Bueno, yo no soy papá.
—Espero que no, morir a los cincuenta y seis años
es un poco pronto.
—Pero él nunca hacía ejercicio. —contestó Nick. La
camisa se le estaba pegando a la espalda a causa del sudor—. Yo voy al gimnasio
tres veces a la semana.
—Lo dices como si fuera un trabajo. Sé sincero, ¿qué
haces para divertirte?
—Ir en barco
con mi hermano. —sonrió.
—¡Ah! ¿Y crees que ya nos estamos divirtiendo mucho?
—Chicos, —dijo Miley que llegaba con un montón de
papeles en la mano— ya he firmado. Ahora somos la tripulación de un barco de
diez plazas que está atado al muelle número diez, A.
—¿Has dicho de diez plazas? —parpadeó Nick.
—Sí, te lo dije, ¿recuerdas? —contestó Joe— Lo
único disponible cuando llegas sin avisar son los barcos cancelados por otros,
y suelen ser de grupos grandes.
—¿Y cómo es exactamente de grande un barco de diez
plazas?
—Aquí tengo las dimensiones, en alguno de estos papeles. ¡Aha! Cuarenta y siete por catorce.
—Aquí tengo las dimensiones, en alguno de estos papeles. ¡Aha! Cuarenta y siete por catorce.
—¿Metros de eslora?
—¿Y qué pasa si es grande? —preguntó Joe— ¡Más
espacio para la juerga!
—¿Qué ocurre aquí? —preguntó Demi saliendo de la
furgoneta y acercándose a la parte de atrás.
—Parece ser que Nick piensa que el barco es
demasiado grande. —contestó Miley
—No, no lo piensa. —intervino Joe.
—Si, sí lo pienso. —respondió Nick.
—Escucha, —explicó Miley— cuesta lo mismo alquilar
un barco pequeño que uno grande. Ahora sólo tienen éste, y nos han dado un
trato especial. Así que si lo que te preocupa es el dinero...
—No, no es el dinero. Es que es demasiado grande.
—¿Y qué? —preguntó Miley.
—Pues que probablemente tiene más de un motor.
—Por supuesto que tiene más de un motor, —contestó Miley— Tiene... dos hélices gemelas, según pone aquí. Supongo que eso significa
que tiene dos motores. Cuando firmé me ofrecieron un seguro, pero les dije que
no nos hacía falta porque teníamos dos navegantes expertos.
—Hélices gemelas. ¿No tenia el barco del tío Trevor
una sola hélice? —preguntó Nick rascándose la nuca y mirando a su hermano.
—Dos hélices, una hélice, ¿qué diferencia hay? —contestó Joe—. Un barco es un barco, y un motor es un motor. Venga, vámonos
ya.
Miley miró primero a Nick y luego a Joe, y de nuevo
por último a Nick.
—Están empezando a parecerse a Laurel y Hardy. Me están poniendo nerviosa. Saben lo que están haciendo, ¿verdad? Todavía puedo
volver y hacer el seguro. Tienen ahí un trozo de barco destrozado de exposición,
para que todo el mundo sepa lo que puede pasar si a alguno de ustedes, señores
Cousteaus, se les ocurre encallar en las rocas.
—No va a pasarnos nada. —intervino Demi— Ellos
navegaron mucho en el barco de su tío.
—Exacto. —intervino Bowie— Nick y yo no vamos a
dejar que el barco encalle en las rocas, ¿verdad, hermanito? Un seguro para el
motor, ¡vaya una tontería!
—Está bien, nos las apañaremos. —contestó Nick poco convencido. Hubiera deseado hacer ese seguro, pero no tenía ganas de
discutir.
—Creo que eso mismo fue lo que dijo el capitán del
Titanic. —bromeó Miley.
Ese comentario estuvo a punto de sacarlo de sus
casillas. No estaba acostumbrado a que nadie pusiera en duda sus habilidades de
ningún tipo.
—Bueno vámonos, hace calor. —dijo al fin.
Nick empujaba un carrito y Joe el otro. Miley y Demi caminaban delante.
—Supongo que el capitán Trevor te dejaba conducir
el barco, ¿no? —preguntó Nick bajando la voz para que ellas no pudieran
oírlo.
—¿Estás bromeando? El tío Trev pensaba que yo era un
golfo y no me dejaba siquiera tocar los mandos, pero me imagino que con tu
experiencia nos valdrá.
—¿Y qué te hace pensar que a mí sí me dejaba?
—Bueno, a ti siempre te han considerado una persona
responsable...-—contestó Joe parando el carrito— ¿Quieres decir que a ti
tampoco te dejaba? —Nick negó con la cabeza— ¡Por Dios! ¿Y ahora qué
hacemos?
—Mantener la calma. —respondió Nick volviendo a
empujar el carro— En el anuncio del alquiler de barcos nadie mencionaba que
hiciera falta ser un experto navegante, ¿no?
—Cierto.
—No hemos manejado barcos grandes, pero sí
fuerabordas.
—Sí. —contestó Joe con menos confianza que él.
—Y tiene que haber a bordo algún manual sobre el manejo,
¿no crees?
—¡Y los dos sabemos leer! ¡Hey! Somos inteligentes.
Conseguiremos manejarlo.
—Sólo espero que no sea demasiado grande.
—Quizá cuarenta y siete por catorce no sea tan grande
como tú te habías imaginado. Quizá...
Miley giró para mirarlos e hizo un gesto señalando a
su izquierda.
—¡Ya hemos llegado! ¡Hogar, dulce hogar!
—¡Dios mío! —exclamó Joe tragando—, ¡es un
portaaviones!
Nick se quedó sin habla mirando al monstruo atado
al muelle número diez. Había visto casas flotantes en Chicago de menor tamaño. Miley y Demi parecían tan entusiasmadas con el barco como él asustado.
Abrieron la puerta de la barandilla y se apresuraron
a subir a bordo charlando contentas sobre lo espacioso que era.
—¡Dios! ¡Con esto se puede cruzar el océano
Atlántico! —exclamó Nick.
—Tengo una idea —dijo Joe rascándose la nuca—.
Nos quedaremos aquí. Hay gente que vive en casas flotantes permanentemente
atadas al muelle. No se preocupan de salir a navegar a ninguna parte.
Podemos...
—No. Vamos a sacar a este gigante de aquí, Joe.
Nuestra hombría está en juego.
—¡Eh, ustedes, chicos, vamos! —los llamó Demi desde la cubierta—. Si no se dan prisa, Miles es capaz de desesperarse y poner
en marcha ella misma los motores.
—¡Ya vamos! —gritaron Nick & Joe al unísono
chocando el uno contra el otro en su esfuerzo por subir a bordo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡No olvides comentar!(:
Gracias por tomarte unos segundos de tu tiempo♥
Y más por leer mis noves, un beso!