Nick era
guarda forestal, y Miley, que lo conocía bien, sabía que en ningún otro lugar
era tan feliz como al aire libre. No era capaz de imaginarlo desempeñando
ningún otro trabajo. Le sonrió cuando él giró la cabeza y la vio mirándolo
entre la gente que había acudido a la barbacoa con baile que se celebraba todos
los veranos para los residentes en el pueblo de Boyle.
En ese preciso momento Nick estaba hablando con dos hombres de negocios y sus esposas, quienes
parecían estar escuchándolo con mucha atención. Era un miembro muy respetado en
la pequeña comunidad, pero Miley se decía que era porque no lo habían visto
nunca haciendo el payaso como lo hacía con ella.
Tomó un sorbo de su copa
de vino e inspiró profundamente. Era agradable volver a estar en su pueblo
natal. En ningún otro sitio sentía tanta paz como allí.
Miley había dejado de
creer hacía tiempo en aquel cliché de las mariposas en el estómago que solía
describirse en las novelas rosas, cuando la heroína escucha por primera vez la
voz del galán que la enamora, pero de repente, por primera vez en su vida, le
sucedió. La voz de aquel hombre era profunda, e innegablemente sexy, incluso
intrigante.
Al girarse se encontró
mirando a un hombre rubio, con los ojos más azules que había visto nunca, y
rostro moreno de rasgos increíblemente simétricos. Miley sonrió, peinándose el
cabello con la mano sin darse cuenta.
—No, creo que lo
recordaría si nos hubiésemos conocido.
El hombre sonrió también.
—Eso mismo estaba
pensando yo —le dijo tendiéndole la mano—. Me llamo Douglas, Douglas Booth, y acabo
de mudarme a la casa que hay junto a Doon Cottages.
—Oh, ¿de veras? Entonces
debe de ser usted el magnate del que la gente no ha dejado de hablar los
últimos meses —se rio estrechándole la mano, sonrojándose al ver que él no la
soltó durante un buen rato—, el que lleva ese negocio de las cabañas para
turistas, ¿me equivoco? No sé si lo sabe, pero es el principal tema de
conversación en el supermercado.
—Lo imagino —contestó él
riéndose también—. ¿Y usted es…?
—Miley Cyrus. Y vivo
en… bueno, vivo con Nick Jonas.
—Oh.
Molly casi se abofeteó, y
se apresuró a aclararle:
—Pero solo somos amigos.
Quiero decir… conozco a Nick de toda la vida… es como un hermano para mí… en
fin, quiero decir que no somos…
—Ya veo —murmuró Douglas,
sonriendo al ver su azoramiento—. ¿Entonces no me matará si le pido un baile?
—No, no, claro que no.
¿Por qué habría de importarle?
***
Nick se dirigía hacia la mesa de los aperitivos cuando vio algo que llamó su
atención, y casi se rompió el cuello al girar la cabeza para asegurarse de que
no había visto visiones. ¡Era increíble!, Miley ni siquiera le había dicho que
conociera a Douglas Booth, y allí estaba, mirándolo embobada mientras él
hablaba… o se pavoneaba, más bien.
Nick agarró una botella
de cerveza y rodeó la improvisada pista de baile hasta encontrar un árbol en
cuyo tronco apoyarse. Miley y aquel donjuán de pacotilla habían salido a
bailar, y Nick observó con desagrado que no podían estar más pegados. No era la
primera vez que veía a su mejor amiga con otro hombre, pero no recordaba
haberse sentido jamás irritado ante la idea, sobre todo de aquel modo, como si
alguien le estuviese estrujando las entrañas, como si fuera su testosterona lo
que lo estaba haciendo reaccionar así.
Era absurdo. Miley ya no
era la chiquilla pecosa y pelirroja a la que había estado
atormentando con sus bromas durante años y a la que siempre trataba de proteger
a toda costa, sino una mujer hecha y derecha. No, no era asunto suyo con quién
bailase, pero aun así… Quizá eran celos de amigo ante la idea de que quisiera
pasar más tiempo con otra persona, de ser relegado a un segundo plano. Y sin
duda sería así si empezaba a salir con Douglas «Baboso» Booth o con cualquier
otro. Claro, debía de ser eso. Ella había regresado hacía poco de Estados
Unidos y temía volver a perder su compañía tan
pronto.
Aunque eso tampoco tenía
mucho sentido, porque ella solo estaba viviendo con él mientras terminaba la
construcción de la casita cuya hipoteca ya había empezado a pagar, y sabía que
cuando estuviera acabada ella se marcharía. Aquel repentino odio hacia el
«señor Baboso» era algo completamente irracional, pero no hizo sino
acrecentarse cuando vio a Miley riéndose por algo que le había dicho. Le
estaban entrando ganas de ir a estrangularlo, pero se limitó a dar un buen
trago de la botella de cerveza.
—Vaya, vaya, vaya… Nick Jonas… ¿qué estás haciendo aquí escondido?
A Nick casi se le
atragantó el líquido ambarino. Estupendo, justo lo que le faltaba, Delta Goodrem, la mujer lapa. No tenía mal cuerpo, y sabía maquillarse, pero le ponía
los pelos de punta, igual que cuando alguien araña una pizarra.
—Delta, qué sorpresa tan
agradable. Y. si me permites decírtelo, qué… em… qué elegante estás —dijo
esbozando con dificultad una sonrisa.
¿A quién sino a Delta Goodrem se le
ocurriría ponerse un traje de chaqueta pantalón de firma y zapatos de tacón
para ir a una barbacoa?
Delta lo miró con los
ojos entornados, como si hubiera esperado un cumplido más generoso, pero
finalmente pareció conformarse:
—Oh, gracias, Nick, eres
encantador. Todos los hombres son iguales… siempre queriendo hacernos sonrojar
con vuestras galanterías. Pero, bueno, ¿qué sentido esforzarse por estar
perfecta sino es para recibir halagos?
La sonrisa blanqueada de Delta lo estaba poniendo nervioso, así que Nick giró la cabeza hacia de baile, pero
el remedio fue peor que la enfermedad, porque fue a encontrarse con que el
«señor Baboso» estaba aún más pegado a Miley. Delta observó la dirección que
habían tomado sus ojos, y en sus labios se dibujó una sonrisa irónica.
—Caramba, parece que
Miley tiene buen olfato para el dinero. No sabía que conociese a Douglas Booth. Bueno, así al menos se acallará durante unos días el rumor que corre sobre
vosotros dos. Además, me parece que ya va siendo hora de que tú y yo nos
conozcamos mejor, ¿no crees, Nick? —dijo colgándose de su brazo.
Cada vez que pronunciaba
su nombre le daban escalofríos. En un intento de sacarse de la garganta el
empalagoso perfume de Delta, Nick tosió y le retiró la mano de su brazo.
—¿Qué rumor es ese que
corre sobre nosotros, Delta?
La mujer contrajo el
rostro, irritada por su desprecio.
—Pues, ¿qué va a ser? Que
la mitad del pueblo cree que Miley y tú son amantes, ¿o es que no lo sabías?
—¿Qué?
—Oh, vamos, Nick. Esta es
una comunidad pequeña, y bastante anticuada además. ¿Qué esperabas que pensaran
de que viven juntos? —le dijo dedicándole otra sonrisa viperina—. Sin embargo,
sería tan fácil poner fin a ese rumor… Solo con que tú y yo…
Nick no pudo resistirse a
darle a aquella estúpida un poco de su propia medicina:
—Si se tratara de un
rumor, podríamos.
Delta lo miró entre
incrédula y ofendida, como si la sola idea de que fuese cierto la indignara.
—Pues si no es solo un
rumor, debo advertirte que eso solo hará que aumente el interés de Douglas por
ella —le dijo mirándolos con malicia y luego a él—. Por lo que he oído, en
Dublin tenía fama de mujeriego. El amor es como un juego para él, y si la mujer
en la que se fija está comprometida o casada, tanto mejor —se quedó
observándolo un instante, escrutando su rostro—. Oh, ya veo…. Miley te ha
pedido que finjas que hay algo entre vosotros para que Douglas se fije en ella
—dijo riéndose—. Bueno, en cualquier caso, cuando tu amiga haya conseguido su
propósito, estoy segura de que me verás con otros ojos. Nadie podría ayudarte
como yo a conseguir el lugar que mereces en esta comunidad. Seríamos la pareja
perfecta, Nick —añadió dejando escapar un suspiro teatral—, pero no voy a
esperar siempre, ¿sabes?
Nick la observó alejarse,
y alzó los ojos al cielo, rogando porque así fuera.
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