Sólo que no quería verlo. Si tuviera que verlo día tras día, nunca podría aspirar a olvidarlo. Nunca podría aspirar a seguir adelante. Por esta situación, era necesario tener un plan, y tenía varios en fila.
Paso uno: Mantenerme distraída en el pasillo en caso de que pasara.
Paso dos: Estar ocupada en Inglés y nunca buscarlo en las aulas.
Paso tres: Ir deprisa hacia el aparcamiento y no correr hacia él.
Papá hizo los tres pasos posibles arreglando mi coche el domingo, así que estaba segura que podía dejar de ver a Nick. En cuestión de semanas, sería capaz de superar nuestra relación, o la falta de ella. Si no, bueno, nos graduábamos en mayo y nunca más tendría que mirar esa sonrisa arrogante.
Esa era la teoría, de todos modos.
Pero en el momento en que la campana sonó el lunes, supe que mi plan se iba a arruinar.
No ver a Nick no necesariamente significaba no pensar en Nick.
De hecho, pasé la mayor parte de mi día pensando en no mirarlo. Entonces pensé en todos las razones por las que no debía pensar en él. ¡Nunca malditamente iba a terminar! no tenia nada que pareciera distraerme.
Hasta ayer por la tarde.
Yo estaba de camino a la cafetería después de un tiempo insoportable en la clase de gobierno AP cuando sucedió algo que me dio la distracción que necesitaba. Algo increíble e impactante. Algo muy, muy impresionante.
Douglas se puso a caminar conmigo en el pasillo.
—Oye, —dijo.
—Hola. —hice mi mejor esfuerzo para parecer al menos algo agradable— ¿Qué pasa, muchacho de Harvard?
Douglas sonrió y miró hacia abajo, arrastrando los pies.
—No mucho —dijo— Sólo se trata de decidir sobre qué escribir para la tarea de redacción. El Sr. Chaucer no fue muy específico. ¿Sobre qué vas a escribir tú?
—No estoy segura. —admití— Estoy pensando en hacerlo sobre el matrimonio gay.
—¿En apoyo o en contra?
—Oh, definitivamente en apoyo. Quiero decir, el gobierno no tiene derecho a decidir quién puede y no puede declarar públicamente su amor el uno por el otro.
—Qué romántico por tu parte. —dijo Douglas.
Solté un bufido.
—No lo creo. No soy romántica en absoluto, pero es lógico. Negar a los homosexuales el derecho al matrimonio infringe su libertad e igualdad. Ya están bastante jodidos.
—Mis pensamientos son ésos exactamente, —acordó Douglas— Parece que tenemos mucho en común.
—Creo que lo tenemos.
Caminamos un par de segundos en silencio antes de que preguntara:
—Entonces, ¿Tienes algún plan para la fiesta de graduación?
—No —le dije— No voy a ir. ¿Por qué pagar doscientos dólares por un vestido, treinta y uno por una entrada, cuarenta por el peinado y maquillaje, y un puñado más por la cena, donde lo único que puedes comer es una ensalada sin aderezo porque hay que evitar ensuciarte el elegante vestido? Es un poco ridículo.
—Ya veo. —dijo él— Eso es un poco lamentable... Tenía la esperanza de que fueras conmigo.
Bueno, no lo había visto así. Para nada. Nunca. Douglas Booth, el chico al que había seguido durante años, ¿Quería pedirme que lo acompañara al baile de graduación? Oh, Dios mío.
Oh, Dios mío. Y había criticado totalmente la institución del baile de la escuela secundaria como una obstinada idiota. Prácticamente lo había rechazado sin siquiera quererlo. Oh, mierda. Era un idiota. Una completa idiota. Y ahora estaba sin palabras. ¿Qué había dicho?
Me disculparía o me arrepentiría de lo que había dicho o...
—Pero está bien si te sientes de esa manera, —dijo Douglas—Siempre he pensado que el baile era un rito sin sentido, así que estamos en la misma onda.
—Eh, sí. —dije sin convicción.
Oh, Dios mío. ¡Que alguien me ayudara ahora mismo!
—Pero, —Douglas presionó— ¿Te opones a otra clase de citas ? ¿Las que no incluyen vestidos elegantes o ensaladas de mierda?
—No. No tengo ningún problema con ellas.
La cabeza me daba vueltas. Douglas quería que saliera con él. ¡En una cita! No había estado en una cita real, ya que... infiernos, nunca me habían invitado a una cita real. A menos que cuente la de Lucas en la parte posterior de una sala de cine como una cita.
No había tenido ninguna.
Pero ¿por qué? ¿Por qué a Douglas le gustaría salir conmigo? Yo era la Duff. Las Duffs no tienen citas. No de verdad. Sin embargo, Douglas estaba desafiando las probabilidades. Tal vez era un hombre más maduro que la mayoría. Al igual que yo siempre lo imaginé en mis estúpidos, femeninos, sueños de clase media. No poco profundo. No vanidoso. No engreído o banal. Sino un perfecto caballero.
—Eso es bueno, —dijo— En ese caso... —me di cuenta que estaba nervioso. Sus mejillas se volvieron de color rosa, y estaba mirando sus zapatos y jugando con sus gafas.
—¿El viernes? ¿Te gustaría salir conmigo la noche del viernes?
—Me gustaría...
Entonces sucedió lo inevitable. Pensé en el ser despreciable. En el playboy. En el mujeriego. En la única persona que podía arruinar este momento para mí.
Sí, me había enamorado de Douglas Booth.
¿Cómo no iba a hacerlo? Era dulce y encantador e inteligente... pero mis sentimientos por Nick iban mucho más allá de eso. Había saltado la piscina para chicos y saltado directo a las profundidad, infestada de tiburones del océano de emociones. Y, si me perdonan la dramática metáfora, era una pésima nadadora.
Pero Selena había dicho que debía seguir adelante, y aquí estaba Douglas, lanzándome un flotador y ofreciéndose para salvarme de morir ahogada. Sería muy estúpida al no aceptar. Sólo Dios sabía cuánto tiempo podría pasar antes de que otro grupo de rescate llegara.
Y, vamos, Douglas era adorable.
—Me gustaría —dije, esperando que mi pausa no lo había asustado demasiado.
—Genial. —pareció aliviado— Te recogeré a las siete el viernes.
—Bien.
Nos separamos en la cafetería, y creo que salté. Sí, salté como una pequeña niña, mi mal estado de ánimo estaba totalmente olvidado.
Y se quedó olvidado.
Para el resto de esa semana, no pensaba en como no debía estar pensando en Nick. No pensé en Nick en absoluto.
Ni una sola vez. Mi cerebro estaba demasiado lleno de cosas como lo que debía ponerme y como me peinaría. Todas las cosas de las que nunca me había preocupado antes.
Hablando surrealistamente.
Pero esas eran las cosas en que Selena Y Demi eran expertas, por lo que vinieron a mi casa la tarde del viernes, y estaban ansiosas de volverme su muñeca Barbie personal. Si no hubiera estado tan nerviosa por esta cita, tendría que haberme horrorizado y chillar por dejarme acicalar y por mi sensibilidad feminista ofendida.
Me obligaron a probarme, como, veinte conjuntos diferentes, todos los odié, antes de decidir sobre uno. Acabé en una falda negra y una blusa color turquesa de escote bajo, justo en la curva de mis pequeños senos.
Luego me pasé el resto de la hora con una plancha de hierro en mi rizado pelo. Les llevó dos horas, no es una exageración, por cierto, para ponerlo todo en orden.
Ya eran las seis cincuenta cuando me pusieron delante del espejo para examinar su trabajo.
—Perfecto. —anunció Selena.
—¡Lindo! —acordó Demi.
—Mira, Miles. —dijo Selena— Toda esa mierda de la Duff es ridícula. Te ves realmente genial, ahora mismo.
—¿Qué mierda es eso de la Duff? —preguntó Demi.
—Nada —le dije.
—Miley piensa que ella es fea.
—¿Qué? —exclamó Demi— Miley, ¿realmente piensas eso?
—No es para tanto.
—Si lo es, —dijo Selena— Ella me lo dijo.
—Pero no lo eres, Miley. —insistió Demi— ¿Cómo puedes pensar eso?
—Demi, no te preocupes. —le dije— No es para tanto.
—Yo sé. —dijo Selena— ¿No seas estúpida? ¿No es atractiva, Dem?
—Es muy atractiva.
—Mira, Miley. Eres muy atractiva.
Suspiré.
—Gracias, chicas. —tiempo para un cambio de tema— Por lo tanto, eh, ¿cómo se irán a casa? No puedo llevarlas en caso que Douglas me recoja en diez minutos. ¿Sus padres vendrán a recogerlas?
—Oh, no. —dijo Demi— No nos iremos.
—¿Qué?
—Estaremos aquí cuando regreses de tu cita. —Selena informó— Entonces tendremos una fiesta ultra femenina, en honor a la gran cita de Miles.
—¡Sí! —chilló Demi.
Yo las miré boquiabierta.
—No estás hablando en serio.
—¿Parece qué te estamos tomando el pelo? — Preguntó Selena.
—Pero, ¿qué van a hacer mientras estoy fuera? ¿No se aburrirán?
—Tienes televisión. —Demi me recordó.
—Y eso es todo lo que necesitamos, —dijo Selena— Llama a tu padre. No tienes elección.
El timbre sonó antes de que pudiera argumentar algo más, y mis amigas prácticamente me empujaron por las escaleras. Una vez que estuve en la sala, empezaron a enderezar mi falda y ajustar el cuello de mi camisa, tratando de agrandar el escote.
—Tendrás un gran momento. —suspiró Selena felizmente, empujando un poco de pelo detrás de mí oreja— Habrás terminado con lo de Nick rápidamente.
Se me hizo un nudo en el estómago.
—Shh... Sel... —murmuró Demi. Sabía que Selena le había contado toda la historia ahora, pero no me habría dicho nada, lo cual apreciaba. Realmente sólo quería mantener mi mente alejada de Nick como fuera posible.
No había hablado con él desde la mañana en que había dejado su casa. Había tratado de hablar conmigo una vez o dos veces después de inglés, sin embargo. Sólo lo había evitado, haciendo que hablaba con Demi ó Selena y saliendo corriendo de la clase lo más rápido que podía.
—OMG, lo siento, —dijo Selena, mordiéndose el labio— No lo pensé. —se aclaró la garganta con torpeza y se rascó la parte posterior de la cabeza, agitando su cabello.
—¡Diviértete! —intervino Demi, obligando a la incómoda pausa a alejarse—Pero, sabes, no demasiado. A mis padres tal vez no les gustará mucho si tengo que rescatarte de la cárcel.
Yo me reí. Sólo Demi podría salvarnos de esos momentos difíciles con su peculiar humor. Miré a Selena, y pude ver una chispa de miedo en sus ojos. Sabía que quería que superara lo de Nick, pero sabía que estaba preocupada. Preocupada de que la dejara atrás de nuevo. Preocupada porque Douglas la reemplazara.
Pero no tenía nada que temer. Esto era totalmente diferente a mi relación con Nick.
No estaría huyendo más. No de la realidad. No de mis amigos. No de cualquier cosa.
Le sonreí para tranquilizarla.
—¡Ve! ¡Ve! —chilló Demi, con su coleta rubia balanceándose mientras saltaba con entusiasmo.
—Sí. —dijo Selena, sonriéndome— No tengas al chico esperando.
Me empujó y desapareció en el piso de arriba con un ataque de risas y susurros.
—Raras. —murmuré, sacudiendo la cabeza y luchando con una pequeña risita. Respiré hondo y abrí la puerta.
—Hola Douglas.
Estaba de pie frente a la puerta, lucía muy atractivo con su chaqueta azul marino y pantalones color caqui. Parecía un Kennedy. Con un corte plano. Me sonrió mostrando sus dientes de marfil.
—Hola. —dijo, caminando hacia mí— Había estado esperando a un lado de la puerta—Lo siento. Decidí esperar. Oí risas.
—Ah. —miré por encima del hombro— Sí. Lo siento.
—Wow. Te ves hermosa, Miley.
—No, no. —le dije, totalmente avergonzada. Ningún chico, excepto mi papá me había dicho eso antes.
—Por supuesto que sí. —dijo— ¿Por qué iba a mentir?
—No lo sé. —oh, me había atrapado. ¿Por qué no podía recibir un cumplido? ¿Qué pasaba si huía antes de que incluso comenzara la cita? Dios, eso sería una mierda. Me aclaré la garganta y traté de parecer como si no estuviera golpeándome internamente a mí misma.
—Entonces, ¿estás lista para irnos? —preguntó Douglas.
—Sí.
Salí y cerré la puerta detrás de mí. Douglas me cogió del brazo y me condujo por la acera hacia su Taurus color plata. Incluso abrió la puerta del pasajero para mí, al igual que los chicos hacen en las viejas películas. Muy elegante. No pude dejar de preguntarme, otra vez, por qué estaba interesado en mí. Puso la llave en el encendido y se volvió para sonreírme. Su sonrisa era sin duda su mejor característica. Así que se la devolví, sintiendo pequeñas mariposas revoloteando alrededor de la boca de mi estómago.
—Espero que tengas hambre —dijo.
—Estoy hambrienta —mentí, sabiendo muy bien que estaba demasiado nerviosa para comer.
Para cuando llegamos a Giovanni’s, un pequeño restaurante italiano en Oak Hill, me había sentía un poco más cómoda. Mis nervios se habían relajado, e incluso había conseguido comer un tazón de espagueti sin carne. Estábamos riendo y hablando, y estaba divirtiéndome tanto que no quería que la cita terminara cuando Douglas pagó la cuenta. Por suerte para mí, él sentía lo mismo.
—Sabes, —dijo, mientras las campanas sonaban en la puerta, detrás de nosotros— Son sólo las nueve y media. No tengo que llevarte a casa aún... a menos que quieras, que estaría muy bien, por supuesto.
—No. —dije— No tengo prisa por ir a casa. Pero, ¿Qué quieres hacer?
—Bueno, podemos caminar, —sugirió. Hizo un gesto hacia abajo, a la concurrida calle— No es muy emocionante, pero podemos mirar escaparates o hablar, o...
Le sonreí.
—Caminar suena divertido.
—Maravilloso.
Él metió su brazo en el mío, y empezamos a caminar por la acera bien iluminada. Pasamos un par de tiendas pequeñas antes de que cualquiera de los dos hablara. Gracias a Dios abrió la boca primero porque, a pesar de que no estaba nerviosa, no tenía idea de lo que podía decir que no hubiera sonado como una completa tonta.
—Bueno, ya sabes todo acerca de mi situación en la universidad, quiero saber sobre la tuya. ¿Has solicitado plaza ya? —me preguntó.
—Sí. He solicitado un par, pero no he escogido ninguna, sin embargo. Creo que soy del tipo de última hora.
—¿Sabes que vas a estudiar?
—Probablemente periodismo, —le dije— No sé, sin embargo. Siempre he querido ser reportera del New York Times. Así que mirare en Manhattan.
—La Gran Manzana, —dijo, asintiendo— Ambicioso.
—Sí, bueno, tal vez me verás terminar como esa chica en “El diablo viste a la moda" —le dije— Una completa perdedora trabajando en alguna revista estúpida de moda cuando todo lo que realmente quieres hacer es escribir sobre los acontecimientos mundiales o entrevistar congresistas revolucionarios...
Él me miró.
—Oh, no sería una total pérdida.
—Lo que sea. —me reí— ¿Me imaginas escribiendo sobre moda? ¿En un sector usar la talla cuatro es ser gorda? De ninguna manera. Me acabaría suicidando.
—Algo me dice que sería bueno que lo intentaras. —dijo.
—Algo me dice que me estás besando el trasero un poco, Douglas.
Se encogió de hombros.
—Tal vez, pero no mucho. Eres genial, Miley. Dices las cosas como son, no pareces tener miedo de ser tu misma, y eres una demócrata. Eso te hace impresionante.
Bueno, me ruboricé. ¿Quién me podría culpar?
—Gracias, Douglas.
—No hay nada que agradecerme.
Wow. Era perfecto ¿O no? Lindo, amable, divertido... y yo le gustaba por alguna desconocida razón. Era como si fuéramos el uno para el otro. Al igual que si él tuviera la pieza del rompecabezas que encajaba con la mía. ¿Podía tener algo de suerte?
Una fría brisa de marzo sopló, y empecé a lamentar haber dejado que Selena y Demi me vistieran. Nunca había estado estacionalmente sensible cuando de ropa se trataba. Mis piernas desnudas se congelaban, no me habían dejado usar medias, y la fina tela de la blusa definitivamente no era escudo contra el viento. Me estremecí y envolví mis brazos alrededor de mí misma en un esfuerzo por calentarme.
—Oh, aquí. —dijo Douglas. Se quitó la chaqueta, igual que los chicos tienen que hacerlo, y me la puso— Debiste haber dicho que tenías frío.
—Estoy bien.
—No seas tonta. —me ayudó a meterme las mangas.
—Honestamente, prefiero no estar saliendo con una paleta helada.
¿Saliendo? Es decir, se trataba de una cita, pero ¿Estábamos saliendo ahora? Nunca había salido con alguien, así que no estaba realmente segura. De cualquier manera, el oírle decirlo me hizo muy feliz... y extrañamente nerviosa al mismo tiempo.
Douglas me dio la vuelta y ajustó la chaqueta alrededor de mi cuello y hombros.
—Gracias. —murmuré.
Estábamos de pie frente a una tienda de antigüedades, con sus ventanas iluminadas por la luz de fantasía, con antiguas lámparas, como las que mi abuelo tenía en su sala de estar.
El resplandor se derramaba en la cara angular de Douglas, brillando fuera de los bordes de sus gafas y destacando sus almendrados ojos... que miraban hacia mí.
Sus dedos aún estaban en el cuello de la chaqueta. Entonces, su mano se movió hacia arriba, a mi hombro a mi mandíbula. Su pulgar rozó mi mejilla, acariciándola una y otra vez. Se inclinó lentamente hacia mí, dándome mucho tiempo para detenerlo si quería. ¡Sí, claro! Como si no hubiera soñado con esto. Y me besó. No como un beso pre-fabricado, ni sólo como un besito bien. Fue un beso real. Suave, dulce y largo. El tipo de beso que había querido compartir con Douglas Booth desde que tenía quince años, y se sentía exactamente como yo siempre había imaginado que lo haría. Sus labios eran suaves y cálidos, y la forma en que se movían sobre los míos hacía que las mariposas de mi vientre se volvieran locas.
Muy bien. Lo sé, lo sé. Creo que la PDA es bruta e inmadura, pero vamos. Estaba un poco distraída para poner atención en quién podría estar mirando. Así que, sí, si puse mis valores habituales de lado por un segundo y mis brazos alrededor de su cuello. Quiero decir, siempre podría volver a mi cruzada contra las muestras en público por la mañana.
***
Llegue a casa alrededor de las once de la noche y papá estaba esperándome en el sofá. Me sonrió y bajo el volumen del televisor.
—Hola abejorro.
—Hola, papá. —entré y cerré la puerta de la entrada— ¿Cómo te fue la reunión?
—Extraña. —admitió papá— Es raro estar de vuelta otra vez... pero voy a acostumbrarme. ¿Y tú? ¿Cómo fue tu cita?
—Increíble. —suspiré. Dios, no podía dejar de sonreír. Papá iba probablemente a pensar que había tenido una lobotomía o algo así.
—Eso es bueno. —dijo papá— Dime otra vez, ¿Con quién saliste? Lo siento. No puedo recordar su nombre.
—Douglas Booth.
—¿Booth? —repitió papá— ¿Quieres decir el hijo de Chaz Booth? ¡Oh, eso es genial, abejorro. Chaz es un buen tipo. Es el director de tecnología de una empresa del centro, por lo que viene a la tienda todo el tiempo. Una maravillosa familia. Me alegro de oír que su hijo es un chico agradable, también.
—Lo es. —le dije.
Un sonido vino de arriba, unos pies arrastrándose, y los dos miramos al techo.
—Oh. —Papá sacudió la cabeza y me miro— Casi me olvido de ellas. Han estado sospechosamente tranquilas toda la noche.
—Sí. —dije— Debo ir antes de que Selena tenga un aneurisma. Nos vemos mañana, papá.
—De acuerdo. —dijo papá. Cogió el mando de la T.V. y subió el volumen — Buenas noches.
Yo estaba en a mitad de la escalera cuando papá me llamo otra vez.
—Oye, abejorro.
Me detuve y me apoyé en la barandilla, mirando hacia la sala de estar.
—¿Sí?
—¿Qué pasó con Nick?
Me quedé inmóvil, sintiéndome que me ahogaba un poco.
—¿Qué?
—Tu amigo. El que... estaba contigo esa noche. —me miró desde el sofá, reajustando sus gafas— No hablas mucho de él.
—No salimos más. —le dije, con esa voz que dejaba claro que no debía hacer preguntas.
Todas las chicas adolescentes conocen esa voz y la utilizan con sus padres con frecuencia.
Por lo general, la orden tácita es seguida. Mi padre me quería, pero sabía que no debía profundizar en el drama de mi alta experiencia escolar. Era un padre inteligente.
—Oh... sólo me lo estaba preguntando.
—Miley. —la puerta de mi habitación se abrió, y Demi, vestida con pijama color naranja neón, saltó de mi habitación. Corrió hasta la mitad de las escaleras y me agarró por el brazo.
—¡Deja de hacernos esperar! Ven y cuéntanoslo todo.
La forma radiante en que Demi casi la empujó sacó la mención de papá sobre Nick de mi mente.
Casi.
—¡Buenas noches, señor Cyrus! —gritó Demi y me volvió a arrastrar a mi dormitorio.
Después de unos pasos, mis pies volvieron a subir y recordé que acababa de tener la mejor cita con el hombre de mis sueños. Me sentí sucumbir por la alegría vertiginosa que mis mejores amigas expresaban tan pronto como entré en la habitación.
Gritando, saltando, animadas...
Tenía derecho a sentirme feliz con esto. Incluso los cínicos merecían una noche libre de vez en cuando, ¿no?
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